GPS
Elena Anníbali
Oncativo, Córdoba (1978)
estoy seca, padre? dejé de amarte o la muerte es
un soltadero de manos?
te amé alguna vez? esperé de vos, esperé
con alegría que llegaras del trabajo, o ya tenía, de nena,
el corazón seco como una rama?
me viste flotar, crecer en una miseria chiquita, me viste
ejercer, con determinación, la tristeza la mugre
el piojo, y nada se partió en luz hacia mí? nada
vino, fue mío, no fui
tu honra, padre?
desperdiciaste tu sangre? esas horas frente
al sol de noche, conmigo, a solas, las perdiste?
sentís que las perdiste? que yo era una cosa, digamos,
una cosita? como una maceta, un yuyito, el fantasma
que en fuegos, de noche, arrancaba en las lagunas
y se perdía, etéreo, en las cortinas,
en el alto y negro laurel donde posaban
las bandadas
alguna vez, mirándote a los ojos, me ofrecía a vos, te llamaba
desde lejos, diciéndote papá, papito, mírame, levantame
de este plato hondo de la amargura, dejá que sea
la criatura de tus sueños, el jardín de las delicias,
la flor de los cerezos en la boca del monstruo
algo no cuajaba en tu amor, se iba o era débil:
me penabas al rincón cuando, en el verano, me asoleaba,
buscaba bichitos, tropezaba en las latas
me hacía amiga de la sombra
estoy seca? nací seca para vos, por vos?
cómo hubiera sido encontrarte, llamarte
como un fuego en la noche y que vinieras
donde yo alzaba mi corazón entre los trapos
padre dormido, ves cómo soy?
padre dormido, estoy acá, ves cómo soy?
ves, ahora, cómo soy, si te amé o cuánto o cómo?
lo ves, lo ves,
papá,
papito?
Diana Bellesi
Zavalla, Argentina (1946)
Si todo orden
es aleatorio, me sujeto
a éste, aunque precario
eterno en mi mirada:
Belleza bárbara
del matorral salvaje
donde se asoman
las flores más pequeñas
y delicadas: capullos
espigas y florcitas
redondas como coronas
que a su centro
petalan. Belleza
disciplinada donde se abren
las rosas pálidas y moteadas
o alguna reina
aislada, alada. Fasto
perfumado de los ligustros
lo que viene a solas
o lo puesto, ahora
está despierto,
se orquesta para gloria
y una olvida, el horror
del vacío perfecto
Las cápsulas dehiscentes
de la rosa
de mayo estallan
y caen sus semillas mientras
la planta se prepara
a elaborar sus flores
acapulladas con que el
otoño se retira
Sí, estar en el concierto
y modificarlo
sin borrar la marca
del origen
“Ver los pájaros”
dijiste, “no es difícil,
requiere un gesto
de paciencia. Si metemos
la cabeza en el mato
ellos vendrán también,
son curiosos a mirarnos”
En la hondura de las islas
los búhos rasgan
la masa delicada
de la música. Llaman. “Shektani”
se repite en bantu,
las guineas
do matto en las sabanas
de Mozambique. “Shektani”
de doble cara:
el diablo. He visto
en la verja de bambú
del porche de mi casa,
una tacuarita
devorar las moscas
agonizantes que pendían
de la tela de una araña
Detalle,
y la gracia su media cara
Sí, lo que alcanza mi
mirada. Me sujeto a este
orden y acepto
lo que mi alma teme:
no visto por mi ojo
aquél, vacío perfecto
Glauce Baldovin
Río Cuarto, Argentina (1928 - 1995)
XX
Mi canto es como el canto de las cigarras.
Me tiro al pasto, justo donde picotean las gallinas, y canto.
El sol me hace cantar,
la lluvia, la tierra, la vaca, el potro.
Todo en fin cuanto amo.
Y aunque son breves, estos momentos de alegría,
breves y espaciados,
por estos solos momentos, no me gustaría morirme jamás.
Un poco de ingenuidad nunca se aparta de mí. Y es ella la que me protege.