GPS

Natalia Iñiguez
Buenos Aires, Argentina

los efectos de mi paso por el mundo
no están planeados

los movimientos de mi cuerpo
son rituales que repito
como atea que finge
para no desentonar

me prendo los botones así
mis manos se mueven sobre la ropa
de esta manera
así me sacudo el pelo
acaricio
así abro el libro

conozco mis movimientos
y los de la gente que amo
libro una batalla
para comprender
el llanto de las cosas
tiro una piedra al lago
y no salta

mis acciones en el mundo
no tienen efectos
la rapidez o lentitud
de mis movimientos
la intensidad de mi existencia
no registra en la tierra
ni un surco 

el paso de nuestra vida
por el infinito
no genera ni un rastro
la piedra que será nuestro cuerpo
caerá en las profundidades
y no hará olas

Gabriela Clara Pignataro
Buenos Aires, Argentina (1985)

con la piel más suave:
envuelvo este gesto de ala 
de cisne en despedida
esta órbita de sol
a contraluz,este tacto
de fruta mordida,
un corte oblicuo a este
sentimiento podría ser
un eslabón perdido
de pequeña fiereza
sangre dulce en el labio
una palabra de perdón
o tu corazón latiendo
por la espalda
como el telón de la fiesta
del tiempo contra 
el vidrio de la noche,
por la piel más suave
el corte a mi mansedumbre
abre un ojo al bosque
donde aún canta
un pájaro desde el futuro.

Inés Púrpura
Buenos Aires, Argentina (1984)

Mi corazón es también tu casa
detrás de la niebla
nuestras manos enlazadas
forman
pájaros.
Nuestro amor no es una catástrofe
ni una salvación;
es lo que edificó el viento.
Todas esas veces que sonreíste
floreció un jardín.

Mariné Petrossian
Ereván, Armenia (1960)

Final feliz
el film
era sobre la guerra
ya habían tirado la bomba
y no había forma
de que pudiéramos escapar
todos sabíamos
íbamos a morir
en 10 minutos
o tal vez 20
a lo mejor al otro día
hace alguna diferencia
cuando no hay esperanza
de escapar
de repente
las luces se apagaron
el film se detuvo
y me di cuenta
la salvación a veces puede venir
en el mismo momento
en que abandonás tus
esperanzas

Alejandra Pizarnik
Avellaneda, Argentina (1936 - 1972)

Hija del viento
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

Federico García Lorca
Fuente Vaqueros, España (1898-1936)

La cogida y la muerte
A las cinco de la tarde. 
Eran las cinco en punto de la tarde. 
Un niño trajo la blanca sábana 
a las cinco de la tarde. 
Una espuerta de cal ya prevenida 
a las cinco de la tarde. 
Lo demás era muerte y sólo muerte 
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones 
a las cinco de la tarde. 
Y el óxido sembró cristal y níquel 
a las cinco de la tarde. 
Ya luchan la paloma y el leopardo 
a las cinco de la tarde. 
Y un muslo con un asta desolada 
a las cinco de la tarde. 
Comenzaron los sones del bordón 
a las cinco de la tarde. 
Las campanas de arsénico y el humo 
a las cinco de la tarde. 
En las esquinas grupos de silencio 
a las cinco de la tarde. 
¡ Y el toro solo corazón arriba ! 
a las cinco de la tarde. 
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde, 
cuando la plaza se cubrió de yodo 
a las cinco de la tarde, 
la muerte puso huevos en la herida 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama 
a las cinco de la tarde. 
Huesos y flautas suenan en su oído 
a las cinco de la tarde. 
El toro ya mugía por su frente 
a las cinco de la tarde. 
El cuarto se irisaba de agonía 
a las cinco de la tarde. 
A lo lejos ya viene la gangrena 
a las cinco de la tarde. 
Trompa de lirio por las verdes ingles 
a las cinco de la tarde. 
Las heridas quemaban como soles 
a las cinco de la tarde, 
y el gentío rompía las ventanas 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
¡ Ay qué terribles cinco de la tarde ! 
¡ Eran las cinco en todos los relojes ! 
¡ Eran las cinco en sombra de la tarde !

Emily Dickinson
Massachusetts, Estados Unidos (1830 - 1886)

Cuando cuento las semillas
Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;
cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;
cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.