GPS
Delfina Muschietti
Villaguay, Argentina (1953)
“ (…) los poemas, como cuerpo violentado, se exponen en ese “yo” deshecho, triturado y fragmentado, y un cierto grado de lo cursi resulta inevitable en la poesía. Sin la máscara protectora del narrador, la poesía exhibe lengua, música, carne. Y en el esplendor del procedimiento procesa sin temores la memoria individual y colectiva.”
en Las tres caras de Alejandra Pizarnik (2001)
Gabriela Cabezón Cámara
San Isidro, Buenos Aires (1968)
“Me llamo China, Josephine Star Iron y Tararira ahora. De entonces conservo sólo, y traducido, el Fierro, que ni siquiera era mío, y el Star, que elegí cuando elegí a Estreya. Llamar, no me llamaba: nací huérfana, ¿es eso posible?, como si me hubieran dado a luz los pastitos de flores violetas que suavizaban la ferocidad de esa pampa, pensaba yo cuando escuchaba el “como si te hubieran parido los yuyos” que decía la que me crió (…)”
“Fui su negra: la negra de una Negra media infancia y después, que fue muy pronto, fui entregada al gaucho cantor en sagrada matrimonio.
“Vivía absorta, inmersa en un ensueño, medio ausente (…). Toda mi vida hasta entonces había sido algo parecido a una ausencia. No era mía esa vida, tal vez esa era la causa de la lejanía en que moraba, tal vez no, no sé.”
en Las aventuras de la China Iron (2017)
José Sbarra
Buenos Aires, Argentina (1950 - 1996)
BOMBÓM
-poeta y puta-
DIARIO
“Un amor tan grande que nunca desee traicionarlo: eso es lo que busco. O quizás precisamente eso es el amor, y las historias que yo viví no hayan sido otra cosa que atenuantes de mi desesperación.”
“Brillaste hace años, pero ya no brillas. No saltas de la cama con la misma gracia de cuando tenías veinticuatro. Apagás luces. Te peinás y te maquillás a cada instante. Te cepillás los dientes cuatro veces por minuto. “No enciendas la luz, por favor”. Te levantás por las mañanas como si todas las noches ejecutaran un solo de tambor cerca de tu almohada. Prefieres despertarte sola, pero sigues necesitando acostarte acompañada. El despiadado mecanismo del amor exige carne fresca. “No enciendas la luz”. El mecanismo se traba ante una mujer incompleta de cuarenta. Sólo aventuras. Nunca más un hombre que te abrace enamorado –para-toda-la-vida. Brillaste, pero eso fue hace una eternidad.”
Plástico cruel (1992)
No te fuiste
sucedió algo más grave
te integraste a mi colección de abandonos inapelables,
no me dejaste
pusiste en evidencia mi cósmica orfandad.
No me traicionaste,
gravaste mi ingenuidad en el museo del escalofrío.
*
Se solicita tu presencia.
Reclaman tu asistencia mis fémures
y sus tendones vecinos.
Te llaman mis clavículas.
Todos mis leucocitos preguntan por vos.
Mi tráquea se niega a su movimiento de mareas.
Hay necesidad de vos en este envase de piel.
Mis piezas dentales no permanecerán ancladas
en sus bahías si no las saluda tu sonrisa.
Son ciento y pico los huesos que amenazan
con desmoronarse catastróficamente.
Es imprescindible que concurras al salón
de los pasos perdidos de mi cráneo.
Te extrañan las venas y las arterias
que sostienen mi orgullo.
Te demanda imperiosamente mi esternón.
No,
no conocí el amor.
Sólo conocí
el exasperante deseo de que el amor existiese.
El mal amor (2017)
Alfonsina Storni
Capriasca, Suiza (1892 - 1938)
Poema XXV
Es medianoche. Yo estoy separada de ti por la ciudad: espesas masas
Negras, ringlas de casas, bosques de palabras perdidas pero aún vibrando, nubes invisibles de cuerpos microscópicos.
Pero proyecto mi alma fuera de mí y te alcanzo, te toco.
Tú estás despierto y te estremeces al oírme. Y cuando está cerca de ti se
estremece conmigo.
Poema XXX
Un viento helado y agudo me ha envuelto hace un momento como para robarme algo.
¿Sabe, acaso, que estoy saturada de amor?
Dolor
(fragmento)
¡Ser alta, soberbia, perfecta quisiera,
como una sombra, para concordar
con las grandes olas y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar!
Con el paso lento y los ojos fríos
y la boca muda dejarme llevar…
Camila Sosa Villada
La Falda, Córdoba (1982)
en La novia de Sandro (2015)
Y cuando termine el espectáculo
quiero volver al vientre de mi vieja.
Ubicarme al centro de la balanza ajena a la felicidad
o la desdicha,
en la colcha amable de nuestra madre gestándonos.
Volver a esa cárcel de mar,
donde no fui ni hombre ni mujer,
solo un capullo de sangre que se abría a la luz.
Volver a ese sitio donde no conocía
los reveses y los trascartones de los hombres.
Ni la amargura del amor.
Ni la fiebre del deseo.
Allí estábamos ella y yo,
ella como una pagoda roja
donde aguardar la primera bocanada de aire,
yo a punto de dar el primer grito.
Siento saudade de esos nueve meses
porque en el vientre de mi vieja fui
la versión más honrada de todo lo que pude decir,
mostrar y pretender de mí misma,
fui un animal sin alma que
se suspendió en la sangre como un puñado de pájaros
protegida por las paredes de su fortaleza.
Estas semanas de desasosiego, este desencuentro
en el espejo,
esta traición que cometo día tras día
me hacen cantarle a la nostalgia.
La de permanecer dormida en el lejano claustro
de su vientre.