GPS

Robin Myers
Nueva York, Estados Unidos (1987)

No hay nada que me guste más
que tirarme en el pasto boca arriba

y acordarme de dónde vengo.
Vengo del pasto, y me gusta acordarme

de lo que me enseñó:
a ser pequeño, a mirar para arriba, a repartirme

parejo en el espacio que me den.
A amar la tierra húmeda. A amar

los dientes diminutos de las hormigas.
La remera manchada de verde. Los gusanos.

 

trad. Ezequiel Zaidenwerg

Sonia Scarabelli
Rosario, Santa Fe (1968)

Ni para contar cinco

Son tan poquitas al final las cosas
de las que me gusta escribir,
el número no cierra ni para contar cinco:
la familia, los pájaros, las plantas,
algunos bichos más, y casi que ahí se queda
la preferencia en una lista corta
—como la vida, dirán los que más saben—.
El árbol que tuvimos y perdimos,
la gata que me mira, los pájaros cruzando el cielo
—o también si cantan,
o nada más si se quedan
quietos, posados—. Pero eso
es casi siempre todo: los asuntos
de una especie pequeña,
como si los poemas mismos fueran
unas cositas vivas nombradas al tun tun.
Y papá, mamá, vos, toda la parentela,
y el largo viaje, ¿no?, la herida
también, del tiempo,
de la infancia hasta acá.

Franco Rivero
Ituzaingó, Corrientes (1981)

Pulso

la armonía es escuchar que un grillo
no se superpone a un sapo
ni a una rana
y uno entiende
sin dificultad
sapo
rana
grillo

yo
que no tengo armonía
algo que hago siempre
es acostarme de noche
boca arriba en la ruta

casi nadie pasa aquí
pero no hay silencio

y sobra vía láctea
acostado así

entonces mi corazón
late pequeño entre todo
y soy un anfibio
un insecto más
que entona
por instinto

mi soledad me vuelve afín
me pone en la misma dirección
que el campo

pulso del mundo
suena tan bien
lato tan bien de anfibio
o de insecto
en el mundo