Inéditos
*
Edward
dame gracias por desgarrarte
merezco más que una sonrisa de leche
y galletas navideñas
yo esperé tanto volver a verte
caminar
tras la colina marmolada
de barro y agua nieve.
Tengo por nombre una lanza
y el frío de tus manos
asfixiándome como un collar.
*
Las manos de Ludo
se aferran a la soga de mi cuello
con suavidad.
Está en su aliento
la confianza de la humedad,
como si siempre hubiese vivido en
un alhajero
junto a mi collar de perlas
y mi anillo preferido.
Le cuelgo una pulsera en el dedo
y le queda de anillo
no fui yo la que
quiso sin retorno
aferrarse a las dimensiones de su cuerpo.
Podría dormir en su espalda
y sería como dormir
en la niñez
con ese calor de muñecas
y olor a frutilla
que se oxida en la quietud.
Ludo es mi descanso amigable
antes de la inevitable traición
que habita en la fruta.
*
Toby es todo lo que no
me permiten hacer,
el silencio que me engulle
mientras él duerme la siesta
pulcro y rubio como un agua viva.
Electriza toda la casa
y yo me muevo lenta
y desconfiada.
Toby, siempre seré
tu bruja
de los brazos incómodos
la que mira desde la puerta de tu habitación
mientras observa el reloj
y reza para que llueva
y nadie tenga el deseo de salir
a pasear,
solo yo,
la que odia tu pequeño cuerpo
rubio rodeado de peluches
preparando la embestida,
la que pelearía
con hadas malas
y soportaría
las tretas del
rey
solo
por rescatarte.
*
Tenía 10 años cuando me bautizaron
mi amiga pelo de sirena
sonrió con burla y rodó por el pasto caliente
ella era la sana
yo la pálida, la moribunda.
Durante la siesta la encontré en la cama
tapada con una cobija azul
temblando y pidiendo tiempo para descansar,
-pero Mary N, las niñas no descansan en una siesta de verano-
yo no sé por qué, pero
sus huesos rotos me sonrojaron las mejillas.
Salí de la habitación.
Quise volver y leerle un verso:
2 women walking in autumn apples,
pero no, yo era la enferma,
la hija de los huesos rotos.
*
Tengo partes de cuerpos escondidas en mi habitación.
Le pido perdón
a mis abuelos
que siempre me creyeron dulce
y particular
pero ya no puedo ocultar
que corté pedazos de carne
como si fuesen barro
los amasé en mi regazo
y por qué mentirles
también los probé
con la punta de la lengua
primero con temor,
más tarde con los labios, con los dientes.
Este no es mi testamento
no es una confesión
son los restos
de saliva,
saliva tibia, roja,
que me tragué una y otra vez
en esta circunferencia
amigable.
Tengo restos de cuerpos
bailando en mi habitación.
Manos que tocan todo,
pero a mí no se me acercan,
y una mujer que reposa
sin pies
en el escritorio.
A veces gira entre libretas
y se siente Kim Boogs,
sonríe con los labios entre las manos
yo le digo que es tan rubia, muy rubia
y que su vestido es hermoso.
Perdón, madre, abuelos, hermanos
pero ustedes entenderán
que caímos
y habitamos este laberinto
porque
ya falta poco
para que empiece nuestro baile,
el baile de las máscaras.