Poemas de Úrsula Alonso

"Campo de trigo al atardecer", Vincent Van Gogh

Desmonte

 

Han derribado el monte.

De luces y muros

 está hecho el paisaje.

Vivimos a un metro del pasado

 y a dos  de lo que  vendrá mañana:

siempre fuimos atemporales. 

Muy cerca

 el impacto del filo sobre el leño

 resuena en la noche

entre ladridos

y el canto

de las últimas aves.

 Mi padre carga

un puñado de leña 

y se detiene por un instante;

 los dos miramos lo mismo,

 en un diálogo mudo 

de esos que sostienen

 los grandes amigos:

allá lejos

  las luces  seguirán estallando,

mientras acá

las luciérnagas

nos alumbran todavía.

Desde lejos

 el asfalto

amenaza  con cubrirnos:

que venga,

 las raíces

pueden más que el cemento.

 

Latido

 

Lo descubrí una noche

después de buscar agua de lluvia.

Los árboles enloquecidos

se inclinaban

en reverencia,

mientras la luna alumbraba

el centro del matorral.

Al principio

ni pude

ni quise ver,

después lo entendí:

debajo,

justo encima de las raíces,

en el centro mismo del monte

latía

un corazón.

 

Teros guardianes

 

Los teros cantan

una advertencia.

Protegen a sus nidos del hombre

pero sin saberlo,

nos cuidan también

de lo inesperado.

Cuando alguien atraviesa el monte,

pienso en mi padre

y en su ternura hacia todo

lo que la tierra

da a luz en silencio:

él irrumpe

en las soledades permanentes

y les dibuja un rostro humano

para que puedan

ser comprendidas por otros.

 

Un hogar en el campo

 

Madre,

esta casa

es una guarida

que se alimenta de mí.

Me consumen

las paredes húmedas

y las puertas se cierran

con doble llave.

Una ilusión

crece y crece,

me devoro de tanto inventarme

en sitios imaginarios.

Madre,

los árboles

callaron hace tiempo,

pero sus raíces todavía respiran

mientras las ramas

huyen hacia el cielo.

Acá antes

había una arboleda

y hoy

sin medida

el sol se entrega

a nuestro techo oxidado.

Son tantas,

como nosotras son tantas

las bestias que buscan algo de alimento.

El instinto arde

antes que la razón:

madre,

de mi deseo

protégenos

hoy y siempre.

 

Guarida de luciérnagas

 

En el campo bastaba

con una garúa

para que las luces

se apagaran.

Las noches de lluvia

eran un baile de siluetas.

Madre renegaba

por las letanías

de lo incivilizado.

Padre miraba

primero a la siembra,

después al cielo

y en silencio agradecía

a un dios

que siempre supo escucharlo.

Yo era una guarida

donde todas las luciérnagas del mundo

querían posarse.

Hoy han pasado

tantos años;

mi hogar es un edificio

en medio del cemento.

La lluvia besa

las calles que camino:

pero en la ciudad

la lluvia y el cemento

no se funden,

nadie agradece,

todos se quejan

y yo soy ahora

una guarida

sin luciérnagas:

qué extraña fortuna

saberme lejos

de la noche inmensa.

Antes me entregaba al temblor:

hoy la sombra

tan sólo es

la cara más joven

que tiene el miedo.

Biografía

Úrsula Alonso nació en Entre Ríos. Es poeta, narradora, Profesora y Licenciada en Letras y Bibliotecóloga en formación. Trabajó como docente en instituciones educativas públicas y privadas, y en el nivel superior en la cátedra de Teoría literaria. Actualmente se dedica a la docencia, la gestión cultural y la investigación.  Codirige los ciclos literarios Mercurio Retrógrado y Surco poético, ambos de poesía oral y performativa.

 Obtuvo reconocimientos literarios, entre ellos el premio Leopoldo Lugones en narrativa, el Juan José Manauta en género poético, la beca del Fondo Nacional de las Artes por su investigación Narrar la herida, y el premio Entre orillas. Editó las plaquettes Garúa y Los que no ven y publicó el poemario El reino de las agujas.

A través de la página Textos virales, divulga literatura entrerriana.