Más de treinta madrugadas.
Setenta tuyas.
Siempre pensamos juntas
en esa mala leche malade espaldas.
Pero en las profundidades
la casa en silenciolas paredes sin revoque fino
sin pinturade frente.
Todo advertía.
Y tu voz se daba cuenta
esas realidades nuestras.
Y te ibas silbando un tango bajito
con olor a calle de tierra.
Las manos proletarias
dureza de los años
El mentón endurecido.
El guiso de la noche
Recalentado.
El frío de la estufa
es más duro
que el de todos los inviernos.
La novelita que leés
con el pucho encendido
a las seis de la mañana
Y el mate amargo
de tantas madrugadas
demasiados de sol a sol
y las ganas de que dures
para siempre
en mis mañanas.
Me pierdo
en la arruga de tu frente
puedo leer todos los perfumes
las horas que gritaste
con el puño cerrado.
Las reuniones en un galpón
retorcido con palabras
con hambre de revolución
El humo del pucho
nos hacía temblar
el pecho contra la pared.
Y esa colilla gastada
aplastadacontra el piso
sin techo
afilada la punta
escurridiza
que todavía conservo
por si acaso.
Si mayo no te nombrara
en cada boca pondría
con besos
tus palabras.