Poemas de Juan Ispizua

ESTELA

Te busqué en los cochecitos 
que las señoras estacionan 
en los pasillos de las confiterías,
te busqué también en las caras infantiles
que se revelan, enseguida,
decepcionantes.
Busqué tu mano de niño o niña 
agarrada a algún adulto serio 
que te mirara con cuidado
y busqué tu ropa que no conocí
entre las bolsas abandonadas
en los lavaderos de mi barrio.
Te busqué, muchas de mis tardes, 
en la costanera 
entre las líneas de tanza
hundidas en el agua sin picar nada
y te busqué al costado de los pozos 
que dejan los camiones 
en el asfalto de la ruta.
No hace falta la pregunta
busco hoy, voy a buscarte mañana
un nombre brillando
entre los nombres grises de los padrones 
pegados en las escuelas primarias
y vas a aparecer, no hay opción:
seremos implacables.

PEREZA

Nada se mueve a mi ritmo
las naves, enredaderas surcando los árboles,
la amenaza de sus cosquillas,
el ruido gravitacional de los troncos que crecen 
sobre sí mismos
me acuna, reverbera el verde
en los relámpagos fugaces del día 
levanto mi pata quiero apoyar estos tres dedos 
antes de que crezca una rama nueva
me duermo
sueño con un árbol lento.

NO ALCANZAN LOS CAJONES

Cuando el hilo de luz
atraviesa la persiana entrecerrada,
toca la frente del chico  
y lo hace despertar,  
a la paz de la mañana sobrevienen los recuerdos
Ya fisurado el dique 
cede al peso contenido del agua:
se desploman las casillas en los pueblos,
la corriente se lleva los animales
y nada puede hacer volver
las cosas a su lugar.

HIPÓTESIS

Los pájaros sueñan, lo demuestra un estudio: 
cuando bajan sus cabecitas para dormir
sus músculos practican una misma canción
en espasmos a través de la noche, desconectados, 
faltos de sincronía con el aparato fonador
como para lograr cantar en sueños, pero ahí, las contracciones
se repiten obstinadas, transmiten a través del electrodo
implantado en el cuerpo del gorrión
sus picos de actividad cuentan un secreto,
traicionan a las aves, dilatan las pupilas de los investigadores:
habrá que abrirles las cabezas, implantar sondas a pájaros
en cajas monitoreadas, pinchar los corazones para sacar
la sangre y reemplazarla por formaldehido
correr siempre la frontera del conocimiento hacia delante
que haya luz atravesando todos los cráneos y membranas
todos los ojos pegados a las cuencas, luz
trasluciendo los fetos dentro de las ratas embarazadas
y dentro de las cortezas prefrontales de macacos que aprenden atados.

Que la luz nos encandile.

Que nos salve del misterio

EL PESO DE UNA MANO EN LA RODILLA

La sombra de la higuera nos recortaba 
los torsos en vacaciones de verano
pasábamos las tardes viendo hincharse 
de a poco las brevas en el árbol 
comparando sus colores, el dulce 
que prometían bajo la aspereza 
de las cáscaras.

Los perros, mientras tanto, se mordían, jugaban, montándose unos a otros 
en el polvo de la siesta
y cortábamos ramas para tirarles
que desprendían de su lastimadura
 una savia blanca y pegajosa.

Los higos son muchas flores para adentro
-dije un día- 
tienen un agujerito donde entra una avispa 
que pierde sus alas y muere al poco tiempo,
disuelta entre el néctar mientras las frutas 
se agrandan, violetas. 

No eran para nosotros, no las deseábamos
                                                                                                                                      aún

era el deseo un micelio bajo tierra,
                                                                                                       a una lluvia de distancia 

las explosiones de cuerpos y de esporas

Fue en la noche de año nuevo 
dónde todos dormían
de sidra y calor de campo
    que sobre nosotros 
que teníamos los ojos como brasas en los párpados 
se desató atravesando el techo y las sábanas 
el alivio arrollador de Santa Rosa.

COMPOST

Las cosas que nos pasan 
solo pasan 
y nosotros estamos ahí 
colaterales 
mi perra estaba ahí
cachorra y marrón en una caja 
a las 8 am en el colegio
al que yo iba 
estuvo después en mi casa
en el camping con mi familia
en la costa varias veces 
en el baldío de atrás
contra el sol que vuelve trigo el pasto demasiado largo
           en esa hora del día y no en otra
y se enfermó y murió, 
cómo se enferma y muere todo lo que está vivo.
Si la enterré yo, es porque yo estaba ahí
y mis hermanos no
y si mi vieja me miró
desde adentro de la casa 
a través de las ventanas de aluminio
             no lo sé

Porque tenía una rama de margarita se la planté encima
y como si no estuviéramos ahí
el arbusto que hoy es 
florece y
florece
y florece.

Biografía

Juan Ignacio Ispizua (1/12/1993) nació y creció en Mar del Plata, fue mozo, cafetero, aprendiz de carpintería, sirvió tragos en un casino clandestino para viajar con su familia, estudió una carrera y después cambió a otra. Vivió en Bernal, se enamoró y salió mal, después repitió, después se cansó. Se mudó a CABA, aprendió a militar y a hacer un doctorado. Empezó a escribir gracias a una amiga.