(Demoliciones, Eloísa Cartonera: 2017)
Sin título
Él se acerca a mi ventanilla, interrumpe
mi lectura y dibuja
un corazón cargado
de agua y detergente.
En un momento del libro, dice Barthes
la declaración de amor está afuera
de la sintaxis
no exige
ninguna respuesta.
Miro la ventanilla, el jabón
se desliza hacia abajo
y el viento seca
los rastros del dibujo.
(Mandarinas, Nebliplateada: 2022)
Versiones de un guindado
1
A mediados de abril, mi abuela
junta varias guindas y vuelca un litro
de vodka en un botellón
que cierra hasta las fiestas de septiembre.
A lo largo de esos meses traslada
el botellón de un mueble a otro
para que esté al reparo del calor
de la brisa y de la luz
potente del día.
La receta no sugiere
ningún itinerario para la maceración,
basta con que repose
en un rincón oscuro
pero el guindado desarma
la fijeza de los días,
hoy por ejemplo que toca
cambiarlo de armario a la tarde.
2
Es junio y el guindado
descansa en el mueble del living.
Nadie lo recuerda.
3
Lo podés hacer con grosellas
con arándanos o cranberries,
dice la bobe y deja
el guindado a la intemperie.
Suelta la palabra
que sostenía el poema.
4
Abrirlo, dice mi abuelo, es como estrenar un perfume:
nunca se repite
el aroma de la primera vez.
5
Cuando lo prueba, mi papá
recuerda otro guindado, el de su abuela rusa
la que vivía sola
en la casa del fondo
y aparecía jarra en mano
los primeros días de primavera.
Nadie sabe en qué continente
aprendió la receta.
Este, dice, es un poco más dulzón.
6
Lo pruebo con el peso
del tiempo estacionado. Pero no.
El sorbo no me trae
otro guindado a la memoria. No importa.
No es urgente
darle forma a la huella.
Alegría
La parra de la casa vecina
desborda la medianera:
tu mano trepa
para agarrar unas uvitas
dulces, sin semillas, que vas comiendo
camino al trabajo.
La sobremesa
El panorama, después de comer,
es casi siempre igual:
los vasos sin bebida, menos platos
que comensales
la sal firme en el centro.
Lo demás es sentarse
alrededor de lo que ha sido,
estirar la tarde
palabras y servilletas
que bailan con el viento y nadie
se atreve a levantar.
(Inédito)
Galgo
Camino a la tranquera, me sigue una jauría.
Cabizbajo a mi lado
avanza un galgo herido.
Los perros juegan sobre el pasto, lamen
y se revuelcan en el charco sucio.
El galgo flaco mueve
la cola y se despega
de mí, pero los perros
corren hasta alejarse por completo.
Y vuelve el galgo solo,
dos veces lastimado.