Dese la primera canción
de mi río
la huesuda
ha comenzado a tejerme
en finísima hebra
color arena
puntilla de suspiro
y no me olvides.
Empezó por la puntilla
ruedo de un largo vestido.
Juega varetas, abanicos, cadenetas
figuras que nadie conoce.
Somos amigas
ya nos vimos
algunas veces
cara a cara
en un quiebre del destino
conocemos nuestras
malas intenciones.
Las dos sabemos
que cuando el tejido
suba la rodilla
se detendrá
en una larga
estación
de gemidos
y malbec.
Hay un vientito sonso
que arrastra los pétalos de la noche
por la calle.
En silencio
la rosa disemina
su existencia,
sin embargo
mis huesos
se aturden,
descuartizan minutos
mientras bailo en las sábanas.
El sueño es un ángel
sin alas
que atraviesa
las horas
a latigazos.
en la comisura de la mañana
donde busco la risa
encuentro un pájaro muerto
todavía tibias sus alas
a veces pienso
que la muerte
se va arrepentir.
Mis hermanas tienen un vuelo mariposa en la piel.
Conocen el susurro del viento cuando viene del norte.
Saben de espinas y del silencio de la rosa
Porque en manos de madre aprendieron el cultivo.
Mis hermanas escuchan el río
y reconocen en su canción la gloria de la vida.
Se peinan con la brisa de abril
ajustan sus moños y eligen el gesto de la osadía, contra todo.
Mis hermanas elijen hebras de canela y miel
para tejerle alas al día.
Intuyen cuando es necesario destejer y empezar de nuevo.
Inventan un poncho con flecos de lluvia
logran que el abrazo transcurra todas las estaciones.
Amasan el pan y espolvorean la mesada de alegría
mientras cantan hijos a los cuatro vientos.
Mis hermanas tienen en la mirada
un poema de agua que baña nuestra historia.
Juegan la siesta de membrillo y carcajadas
plantan tomates y esperanzas
hacen dulce y malabares
inventan joyas y acertijos
estiran la hora de la calabaza
empecinadas en seguir jugando
hasta que nos llamen a tomar la leche.
Lentos los pasos de la abuela
todavía rondan la sombra del naranjo.
Un rumor de glicinas
esconde sus ruegos
repite rezongos
perfuma la memoria.
Tiene el patio
la secreta ternura del beso
la arremangada costumbre
de ganarle al día.
Cuando la luna
pronuncia su nombre
ella devana estrellas
y en un abrir y cerrar de suspiros
nos teje a todos de nuevo.