“Artista del hambre”. Belleza y voracidad en el universo poético de María Malusardi

Por Úrsula Alonso

La carencia se vuelve pulsión, materia prima y objeto, en el entramado poético de “artista del hambre”. El poemario atraviesa una línea donde la materia se reversiona. Las cincuenta y cinco composiciones que integran el poemario demuestran la comunión entre deseo y ausencia.


“hubo un día y no recuerdo si el temblor de la palabra o el relámpago en la lengua empastaron mi boca con muertos hubo un día ese día el hambre traficó y cayeron huesos como panes hubo ese día y sollozaba entre añicos quería matar afilar el vidrio ese borde eficaz para darle un envión un vuelco a tanto error a tanto desamparo” versa la poesía inaugural, con un tono introductorio que evoca la fórmula “había una vez” característica de los cuentos infantiles.


“Desde que el hambre es una región una religión una enfermedad de los muertos el hambre un modo de tejer desde que el hambre es el poema en esta jaula puedo soñar con ciervos: degollarlos” dice otro de los poemas y nos encontramos con artistas del hambre que recrudecen física y emocionalmente. El alimento aparecerá como algo instantáneo e ineficaz. De “ciervos”, “ratones”, “gatos”, “dientes”, “botones” se constituye la materia que mastican los artistas del hambre. Estos objetos parecen arrojarse como símbolos que representan lo más sanguinario del instinto humano, ese vehículo que nos conduce –como en las antiguas y remotas tribus- a desear la carne, alimento inmediato. Lo otro son las huellas de lo que no está, la conformidad ante la ausencia: ¿qué mayor metáfora del deseo masticar dientes en plena hambruna?


Hubo un día en que nací entre artistas del hambre para (estilísticamente) inmolarme en el delito” dice más adelante y de nuevo esa fórmula de cuento infantil se reproduce pero en un marco reinventado: el de la violencia lingüística. “Inmolación” y “Delito”, dos ideas en las que subyace la mirada social sobre la que pende el estigma.


En cuanto a la composición enunciativa, nos encontramos frente a un yo poético protagonista y a la vez testigo. Por un lado, se habla desde la objetividad propia de quien observa y describe –a modo de retrato de época- la escena: “los poetas no se ensucian tocando pobres las palabras queman arde el combate los poetas no se ensucian tocando pobres sólo reciben su estiércol emparejan versos mientras artistas del hambre aguardan la generosidad de su avaricia”. Más adelante, el plano focalizador se altera y ya la imagen no versa en otro sino en un yo-protagónico: “no sólo yo practico el arte del hambre: miro caer diente por diente cuando la leche no alcanza cuando la población está dormida”.


Hay en la carencia, espacios de aprisionamiento construidos en base a un campo semántico feroz: “en esta jaula mi casa son mis dedos rotos” “la celda está adornada con hiedras”. Los barrotes, las celdas, las jaulas, son recurrentes en la obra y ello puede interpretarse de una manera: los artistas del hambre no pueden escapar de esa condena-condición primigenia, de ese calvario que proviene del basural o lugar de origen donde prima la falta física y emocional.


Sobre la estructura de los versos, hay que señalar una composición en prosa –que también podría leerse como una aglutinación del verso-,marcada por la omisión de signos de puntuación, que bien logra una sonoridad muy peculiar, en la que se condensan y desbordan los significados. Leer la poesía de María Malusardi es construir una musicalidad renovada: recitar su poesía es sorprenderse con los diversos sentidos que adquiere. Dice Hebe Uhart que los signos de puntuación constituyen la respiración del texto. La obra de Malusardi no respira: es el aire y el hálito vital. Basta con la palabra despojada–tampoco utiliza la autora mayúsculas ni sangrías- para trasmitir un mensaje potente pero mesurado. Una posible lectura de estas omisiones las vincularía con la resistencia ante la opresión regulatoria del lenguaje: se dice sobre el aprisionamiento desde un código libre del espectro más normativo de la lengua.


¿Invención de un código simbólico? ¿Retrato de época? Estos intersticios vacíos serán completados con la mirada de un lector atento, porque –hay que señalar- es preciso mirar con atención esta poesía cargada de metáfora.
El universo poético de María Malusardi es innovador y auténtico. Su lectura, un desafío que vale cada paso en torno a un paisaje por redescubrir: bienvenidos al golpe de un mundo voraz. Bienvenidos al viaje.