Por Fabián Domínguez
Lito Nebbia, Pappo´s Blues, Pescado Rabioso, Aquelarre, Color Humano y La Pesada del Rock and Roll eran los grupos que iban a participar del festival organizado en el principal Palacio de los Deportes de Buenos Aires. La entrada ese día no fue fácil, pues en las calles laterales del estadio había policías, con perros y carros de asalto que hostigaban a los concurrentes, y los amenazaban con detenerlos. Estamos hablando de la dictadura que en ese momento encabezaba el general de caballería y terrateniente Alejandro Lanusse, cuando se perseguía de manera especial a todo lo que fuera distinto. En este caso los que caminaban rumbo al estadio eran jóvenes, de jeans, con pelo largo y barba, algunos hippies, otros simples rockeros, sucios y desprolijos que no se disfrazaban sino que andaban por las calles de esa manera. La sociedad tampoco los soportaba y no miraba con malos ojos la represión a los festivales de rock, siempre endilgados como peligrosos. Ese mal clima se sumó al malestar de los jóvenes porque las entradas eran muy caras, por lo que en las plateas no había nadie, pero en la popular estaba la mayoría de los espectadores. Los músicos no se sentían cómodos con la situación, y fue Giuliano Canterini quien salió a dar la cara junto a su grupo y abrió el festival con Fiebre de la ruta. En medio del tema hubo algunos de la popular que quisieron saltar a la platea, rompieron una reja y motivó la entrada en acción de la policía, lo que generó mayor violencia. La banda tocaba, mientras en el público había quienes rompían butacas, lanzaban piedras, a la vez que la Federal trataba de reprimir y lanzaba gases. La batalla campal desatada puso freno a los músicos, que dejaron de tocar, pero los desmanes siguieron, o emporaron, según la versión de quien lo cuente, quien lo recuerde o lo fantasee. Algunos dicen que fue el Tano Giuliano quien lanzó el grito, en cambio hay otros que señalan que algunos fans al ver que la policía se llevaba preso al músico dijeron rompan todo.
Barbudo, pelilargo, desalineado, irreverente, irónico, sarcástico, ególatra, provocador, Canterini tenía todos los condimentos para ser estigmatizado, era un distinto. Terminó preso, junto a una veintena de espectadores, y el recital fue suspendido. El rock infernal. Hordas de hippies arrasaron el Luna Park, tituló la revista Así. No se rompió todo, aunque hubo desmanes, detenidos, y medios de comunicación que vincularon, una vez más, al rock con la violencia, casi un tópico periodístico de la época.
Pocos lo saben, pocos lo recuerdan, pocos lo admiten. Giuliano Canterini es el músico de rock que entre 1970 a 1974 grabó más discos de rock en la Argentina. Es el menos recordado de los rockeros en el Río de la Plata, pero la cosa cambia cuando se habla de Billy Bond. Si, se trata de un italiano que se anticipó a Luca Prodan y vino a revolucionar la música, a cambiar el concepto de espectáculo y subvertir la idea de producir. Los discos no fueron solistas sino que comandaba una cofradía bautizada La Pesada del Rock and Roll, o más conocida como La Pesada, donde compuso, interpretó, grabó, produjo, creó, recreó y convocó a gran parte de los músicos del movimiento rockero. No son muchas las canciones que se recuerdan de aquel grupo, pero siempre se habla de la mítica noche del 20 de octubre de 1972 en el Luna Park, y la frase maldita: “rompan todo”.
Nacido en Liguria, Italia, un año antes que terminara la Segunda Guerra Mundial, Canterini llegó a la Argentina cuando era niño. A los 12 años, cuando Elvis Presley y Gene Vincent arrasaban en el mundo, supo que lo suyo era el canto, el espectáculo, el show, la “performance” dirá él. Quería ganar plata sin trabajar, o por lo menos trabajando en algo que le resultara placentero, pero jamás pensó que iba a formar parte de un proceso musical revolucionario para la Argentina. Ingresó a ese mundo a través de los Bobby Cats, un grupo que llegó a codearse con Eddie Pequenino, Billy Cafaro, mientras que los Teens Tops, desde México, versionaban en castellano los éxitos rockeros sajones. Billy logró entrar a “La Escala Musical”, espectáculo televisivo que, junto al “El Club del Clan”, van a crear el mercado musical juvenil en la década de 1960. Pasa por Los Guantes negros y luego firma contrato con EMI, donde un ejecutivo llegado de Londres decide rebautizarlo como Billy Bond, nombre que Giuliano odió hasta el día que ese nombre le salvo la vida.
Su música es más rockera que complaciente y pronto se suma al incipiente movimiento contracultural de música beat progresiva donde va a encontrar un público, con un espíritu rebelde, anárquico y rupturista con los valores de los mayores. Analizar los mil oficios de Canterini no es objeto de estudio en este espacio por lo que nos vamos a abocar a su etapa de músico de rock setentista, y de manera especial al año 1973. Antes del rock, grabó dos discos de tono melódico beat y algunos de sus temas fueron censurados por la dictadura de Juan Carlos Onganía, el rígido general cursillista. El simple, que lo presentaba como Billy Bond “El Rebelde”, tenía dos canciones: Soy el toro campeón y Romance a Lolita, cuyas letras las escribió el pediatra Florencio Escardó. El primer tema llevaba armónicas con una melodía de los Beatles y, aunque se trataba de un tema muy liviano, es posible que al general de bigotes tupidos no le gustara que el “Bondo” dijera que el toro campeón era piedra angular de la Nación, o que explicitara que el Obispo le decía su misa de campaña, o hablara de
la encíclica anticoncepción, con tono burlesco para la Sociedad Rural y sus ritos ganaderos. El segundo tema hace alusión a la novela de Vladimir Nabokov y es una lección de historia, mencionando a Julieta de Verona, Elena de Troya, a Salomé, destacando que todas eran adolescentes de 12, 13 o 14 años cuando fueron amantes de Romeo, Paris o bailadoras. El tema critica a las damas del Ente de Calificación, a quienes señala que las más famosas amantes de la historia fueron todas Lolitas y que ahora ni podrían entrar al cine.
Además de su incursión por la música, también fue uno de los propietarios de La Cueva de Pueyrredón, un lugar pequeño que en la primera década de 1960 fue un refugio jazzero, para luego ser reciclado por Bond para transformarlo en un lugar donde se encontraran músicos de las más diversas corrientes, dando prioridad a los incipientes rockeros. La policía concurría con entusiasmo al lugar para llevarse a todo sospechoso, es decir a todos, ya que quien no era barbudo era pelilargo, quien no andaba con ropa hippie era menor de edad. La decadencia del lugar dio pasó a una nueva Cueva, esta vez en Rivadavia, donde los músicos siguieron a Bond, pues sabía generar ambientes donde se podía compartir y producir cosas nuevas.
Su carisma, simpatía y enganche permitió que Bond formara su propia banda con los músicos que pasaban por allí, y los que iba conociendo. No era un gran músico, ni un excelente cantante y no se amilanaba ante alguien que tuviera más talento musical que él sino que lo sumaba para enriquecer el producto. Fue así que, en 1970, en la primera crisis de las bandas pioneras del rock, pudo armar una superbanda con músicos de primer nivel, con la ayuda de Jorge Álvarez, editor, productor y promotor cultural.
Álvarez era el dueño de la editorial homónima, que lanzó al mercado en aquella época cerca de 300 títulos de autores de vanguardia, como Manuel Puig, Rodolfo Walsh, David Viñas, Germán Rozenmacher, Félix Luna, Ricardo Rojo, Quino o Roland Barthes. Un día, en la casa de su amiga y colaboradora Pirí Lugones, mientras participaba del cumpleaños de uno de sus hijos escuchó a tres muchachos que tocaron un blues en castellano, con letra propia y acordes originales. Eran Claudio Gabis, Javier Martínez y Alejandro Medina, que habían armado el trío Tricota y no encontraban donde grabar. El editor quedó fascinado, y buscó grabadora, pero en todos lados le cerraron las puertas, así que se juntó con un grupo de jóvenes, Pedro Pujó, Rafael López Sánchez y Javier Arroyuelo y armaron un sello independiente. El trío mutó su nombre por el de Manal y grabaron su primer disco para el sello Mandioca.
La actividad creativa como provocador cultural amerita que Jorge Álvarez tenga una nota aparte pero aquí podemos decir que fue el creador de los recitales al mediodía, con un olfato que le permitió generar un espacio más tranquilo para que los jóvenes pudieran interpretar o disfrutar de su música. Los principales teatros del centro porteño tenían el espacio ocioso a esa hora y era más difícil que la policía se acercara a reprimir a plena luz del día, aunque los azules siempre se daban alguna vuelta para mostrar su vena autoritaria.
La política monetarista, liberal, antinacional del gobierno del militar nacionalista Onganía llevó a Jorge Álvarez a reformular su experiencia como promotor cultural. Selló alianza con Microfon y, dentro de la compañía, creo Talent. Desde allí continuó la tarea emprendida con Mandioca. En ese mismo instante se cruzó con Canterini, a quien conocía, pero en este caso se juntaron para producir juntos. La asociación de Billy Bond y Jorge Álvarez fue genial para el rock pues el primero sabía de música, se entusiasmaba con experimentos de vanguardia y reconocía el talento de sus colegas, y el segundo tenía buen ojo para los negocios. Como una creación de Álvarez y Bond nace La Pesada del Rock and Roll, en la que figuran los músicos más diversos, como grupo mutante, sin un staff permanente, con roles que se podían cumplir en la misma época, sin superponerse.
El primer fruto se editó en 1971, con el disco Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll, con ocho temas, y músicos como Norberto Pappo Nappolitano, David Lebon, Luis Alberto Spinetta, Vitico, Nacho Smilari, Javier Martínez, Héctor Pomo Lorenzo, Black Amaya, Enrique El Zurdo Roizner. En muchos temas Billy Bond se reservaba la voz y, como confirmación del liderazgo que ejercía, en la tapa salió su cara, pintada con fibra los nombres de los integrantes de la banda.
La Pesada sacó tres álbumes más. El año 1972 fue de producción, de frutos y problemas, con un segundo disco que en su tapa decía “Rocks+blues+rocks+rocks”, aunque es conocido como el “Volumen II”. La novedad fue La Marcha de San Lorenzo, censurada por el gobierno militar apenas salió a la calle y dejó al disco completo, junto a los integrantes de la banda, en la mira de las fuerzas represivas. Pero lo más duro fue el recital del Luna Park, a partir del cual fueron estigmatizados y les resultó difícil volver a subir a un escenario, aunque eso no significó el fin creativo. Pasaron pocas semanas de aquella noche cuando La Pesada dio a conocer lo que Billy llamó “operita”, titulada Tontos. Piazzolla había editado María de Buenos Aires unos años antes y la llamó “operita”, ya que no creía que llegara al nivel de ópera, aunque se trataba de un álbum conceptual. Como antecedente en el mundo del rock se había grabado obras conceptuales como La Biblia (1971) de Vox Dei, inspirado en pasajes del libro sagrado; Sudamérica, o el regreso a la aurora (1972) de Arco Iris, que relata una leyenda precolombina creada por Gustavo Santaolalla, acompañado por Ara Toklatian, Guillermo Bodarampe y Horacio Gianello. Cabe mencionar dos obras conceptuales poco mencionadas, que además fueron sendos discos debut: por un lado Vida y vida de Sebastián, del dúo acústico Vivencia, editado en 1972; y por otro lado Oh perra vida de Beto del grupo Materia Gris. Almendra, comandado por Luis Alberto Spinetta, estaba trabajando con una ópera como su segundo álbum, con ensayos para lanzarlo en 1970, pero la crisis del grupo hizo que fracasara. El Señor de las Latas era el título, y entre los personajes estaban algunos de los pioneros de la nueva música joven. Sacaron Almendra II, donde incluyeron algún tema de la ópera proyectada pero todo quedó en la nada, aunque Spinetta con el tiempo dio a conocer algunas canciones.
Por lo tanto, consideramos que Tontos está dentro de los primeros proyectos conceptuales dentro del rock en la Argentina, aunque en este caso no hay una historia argumental, pero tiene canciones con letras, arranques, inicios de temas, rescate de fragmentos de temas grabados años atrás. El disco tenía una tapa roja, con letras amarillas que decía “Tontos (operita) 20 de octubre de 1972 + por Billy Bond y la Pesada del rock volumen 3. Había una vez”. La esencia es el concepto sonoro de experimentación desde lo musical, como no se había hecho nunca hasta ese momento en el rock local, y lo que busca explicar el disco es cómo se escribe una canción. Billy impulsa una melange creativa, un experimento tan subversivo como la Marcha de San Lorenzo (o más). El tema central, que va a nacer del caos, la anarquía y el delirio creativo se llama Tontos, con un mensaje muy visceral, con una letra dedicada a gordos, hippies y cerdos, aquellos que levantaron el dedo acusador contra él por los hechos del 20 de octubre. Los tontos son los “que ensucian la sangre a otros, que chupan la sangre a otros, que tienen la sangre de todos”. El disco tiene grabaciones y sobregrabaciones, y entre éstas hay temas de Pajarito Zaguri con La Barra de Chocolate, fragmento del tango Buenos Aires madruga interpretado por el cómico Jorge Porcel y, en el medio, diálogos inconexos con anuncios de la llegada de Perón, ironías sobre el clero argentino, entre otras cuestiones que hay que escuchar con atención a lo largo de media hora. Fue destruido por la crítica, y pasado el tiempo Giuliano Canterini lo consideró un suicidio, una movida que sólo les dejaba la alternativa de borrarse de la escena musical.
Fue una manera de quemar las naves, aunque habrá un volumen IV dos años más tarde. De todas maneras, el año 1973 será muy prolífico para los integrantes de la banda y enriquecedor para el rock argento. La represión policial ganó la calle contra el movimiento musical en general, y los de La Pesada en particular, así que, encerrados en los estudios de grabación, cada uno de sus músicos pudo sacar su disco solista.
En el año 1973 Billy Bond y sus amigos no sacaron un disco propio, pero la actividad fue muy intensa pues estuvieron presentes en seis discos, con el “Bondo” como músico, productor, sesionista o mánager, según la necesidad. Hay una trilogía integrada por músicos de La Pesada quienes grabaron sus respectivos discos a saber: Kubero Díaz y la Pesada, Jorge Pinchevsky y su violín mágico, David Lebón. Por su parte Claudio Gabis y Alejandro Medina, que eran del staff de La Pesada también grabaron sus discos solistas con la banda poco tiempo después.
Otros discos en los que participó La Pesada fue Cristo Rock, debut discográfico de Raúl Porchetto, una obra conceptual de tinte religioso, con duras críticas a la jerarquía católica; y Confesiones de Invierno de Sui Generis, segundo disco del dúo integrado por Nito Mestre y Charly García, donde el “Bondo” fue manager. El sexto disco es una rareza, pues se trata del segundo álbum de Donna Caroll, que no es una rockera sino que está más vinculada con el jazz. Esposa de Oscar López Ruiz, guitarrista de Astor Piazzolla, el año anterior ya habían grabado con La Pesada un disco de jazz y blues, con toques tangueros.
Jorge Álvarez quería hacer una obra musical al estilo Hair, para ponerla en escena y exportarla, por eso trató de producir de manera infructuosa la Misa del Tercer Mundo del padre Carlos Mujica, pero al ser tan folklórica dejo todo en manos del Grupo Vocal Argentino. Después intentó ponerle música a Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez, pero el colombiano le negó autorización. Por fin decidió invertir en una nueva grabación de La Biblia, el mítico disco de Vox Dei, y su cómplice musical fue Billy Bond. En 1974 convoca al Ensamble Musical Buenos Aires, y a todos los que de alguna u otra formaban parte del círculo de La Pesada: Claudio Gabis, Charly García, David Lebón, Kubero Díaz, Alejandro Medina, Carlos Cutaia, Jorge Pinchevsky, Juan Rodríguez, Oscar Moro, Raúl Porchetto, Rinaldo Raffanelli, entre otros. A ellos sumó a Gustavo Beytelman, músico de formación clásica y arreglador de muchas de las primeras canciones del rock vernáculo. La experiencia fue fallida, y a pesar de la inversión en músicos, arreglador y despliegue, el disco no superó la calidad de la grabación de Vox Dei, y ninguno de los que participan suma esa producción a su currículum.
La llegada del peronismo al poder no fue una ventaja para Billy Bond y tampoco para la Pesada. Los integrantes de la banda parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) pronto demostraran que eran los verdaderos pesados y junto a los grupos guerrilleros espesaron el clima político de tal manera que no era fácil el trabajo creativo.
Un día el director de cine Leopoldo Torres Nilsson le reveló a Álvarez que tanto él como el líder de La Pesada figuraban en una lista que tenía la inteligencia de Coordinación Federal, de estrecho vínculos con la Triple A. Billy Bond volverá a ser Giuliano Canterini, ciudadano italiano que no estaba en ninguna lista negra y de esa manera podrá salir del país. Con el tiempo recuperó el seudónimo estrafalario y desde Brasil continuó con nuevas experiencias artísticas.