Selección de “La ilusión de la larga noche” (Santos locos, 2019).
Todavía me acuerdo de los portazos
que di, los gritos que pegué
las lágrimas que lloré
pensando que nunca más
pediríamos delivery de pizza
en la plaza del barrio
No saldríamos más
a la calle
con el sifón de soda
y los vasos de vidrio
con hielo
a paliar el calor
de las noches de verano
Todo este año
me llené de planes
para evitar
que la comida y la bebida
se quedaran solas
esperándonos
Pero ahora que se acerca
de nuevo el calor
voy a sacar la reposera
y mi vaso de soda a la plaza
voy a observar los faroles
y contar cuántas hojas tiene
el plátano. Voy a pensar
si al palo borracho
le creció más la panza
si los perros que pasean
son los mismos
si el aire que respiro
se volvió más denso
si la plata me alcanza
y todavía puedo
usar la plaza como patio
y pedir delivery solo para mí.
Mamá eligió morir
en el destiempo indicado
Nos dejó jóvenes
sanos
y en ascenso
Sabía, por haberlos pasado,
que la vida tiene ciclos
momentos de despliegue
de crecimiento
primaveras que le dicen
Y momentos de repliegue
de guardarse en la covacha
de esperar que pase
Mamá eligió morir
a destiempo
para enseñarnos
a crear mundos de refugio
cuando afuera todo brilla
a ser empáticos con el dolor
ajeno cuando aún reímos
Evoco sus últimas palabras
con periodicidad
como un mantra, en casa
como un grito salvaje, en la calle
cuando pierdo la brújula
y no sé para dónde disparar.
Respeto la larga noche
como si llevara dentro
una guía ancestral
que me indicara
que debo rendir homenaje
a mi cuerpo.
Duermo doce horas
contemplo acostada
el afuera oscuro
me cubro la espalda
con una manta de lana.
Imagino que estoy en el campo
que enciendo maderas
que avivo el fuego
Nieve allá y acá
Adentro, una biblioteca
El perro, la gata
y los enamorados
olfatean el guiso
la manzana asada
el pan casero
La ilusión de la larga noche
pide libertad con reparos
Y yo pido entre sueños
que si alguna vez
eso pasara
pudiera quedarme
despierta un rato más
1.
Algunos mediodías cuando vuelvo
caminando de la estación Arata
escucho música y sonrío.
Me gusta cantar aunque lo haga mal.
Respiro entrecortado, no llego a los agudos
quizás, hasta desafino.
Pero mi alma salta, se eleva
da vueltas en el aire, rebota
pica y sube. Tarda en descender.
En esos instantes somos la música
las hojas del otoño, las calles y yo
haciendo de cuenta que la vida es así
que no hay que llegar a ningún lado
y que todo está en el modo de transitar.
Siempre con estilo, con carácter.
Siempre musical.
2.
Me retuerzo entre las capas
de mi abrigo y el asiento del tren
mientras escucho música.
Miro por la ventana
y disfruto de mi clima favorito.
El frío con sol
me achina los ojos
me hace frotar las manos
Puedo hacer magia
y largar humo por la boca.
El frío con sol
da ganas de tener ganas.
Un gesto de amor es llegar a tu casa
dejar que me veas así
deshilvanada
como saco de arena
y pedirte que hagas eso
que vos tan bien hacés:
mostrarme por cinco minutos que todavía sigo viva.