Somos les guardianes del oído
fuera vamos del siglo remontando
el futuro del suelo y a lo lejos
no tan lejos la ladera de montaña.
Llegamos, luego de meses
¡finalmente! ¡Caminando!
y al subir la montaña, ya lo vemos:
hay otra montaña detrás
y otra más y otra más
mil montañas.
Los pájaros nos acompañan y con ellos
practicamos el sentido de estandarte.
Somos les guardianes del oído
no tenemos parábola pero sabemos
que el nuestro no es un oro pasajero
que la fiebre no se cura con la época.
Los oídos
no tienen pierde.
¡Sigamos!
No sabemos perder tiempo, ¡seguimos!
preparamos las montañas, oímos
la mueca de los pastos y lavamos
telas que ya están marrones.
Manos que frotan y arrojan bultos oímos
pues cargamos la ciudad a cuestas
cajas y algunos animales.
Perros flacos y caballos colaboran
hay unas tiendas con ruedas para unas cosas
hay velas, linternas y como frío no hace
tenemos lo principal.
Y en cuanto cae la noche se organiza
un salón a cielo abierto detenido…
Sabemos
los descansos son silencios
entre frase y frase porque oímos pies y apures.
-como mosquitos oímos el derrumbe-.
Ahora en estos pasos se nos va
la escucha.
A ver qué dicen nuestros pasos…
A ver sin darles punto
con línea despareja se vuelve
más joven nuestra marcha.
Entre árboles andando: les guardianes.
Unas cantamos, las cantoras.
Otres bailan, les que cantan.
De cuando en cuando aparecen unos nidos
en excepcionales ramas, las altísimas
color plata las hojas son extrañas
al rebote del sol.
Allí el viento se detiene
arremolinado
como si buscara comida
pero el viento no come sino que
alzado
se convoca ante las hojas de color
intuye que nos detuvimos y nos silba
soplidos
de viento
para que soltemos peso
de viento
para que sepamos.
Ahora entendemos,¡por viento!
nuestra marcha no puede detenerse.
Somos les guardianes del oído
bajo estas ramas armamos nuestras tiendas:
dos o tres palos y canastas de comida.
Hacemos mil fuegos y ante el fuego
el oído descansa
porque los ojos
se van con las llamas.
Leyendo los carbones aparecen
caras a repasar:
quienes viven, quienes murieron
quienes sufren, quienes gozaron
quienes se pasan de un rostro a otro
como si el pasado llegara por delante.
Al otro día
si no dormimos
son dos días de ver fuego hasta soñar
y si dormimos reemprendemos el camino
escudades por pájaros re nuevos
que huelen nuestros trapos, no se acercan
mantienen una distancia constante
campanas sin rabo por el cielo.
A cada montaña que crece
le ponemos una detrás
y le vemos otra delante.
Abierto el oído les cantamos:
Paso en tu paso, convida
los sonidos que puedas repetir.
Convida y convida los pasos
que puedas repetir.
¡Es indescifrable el calendario!
No podemos parar de venerar
al oído
por eso escuchamos.
Así es el campamento
¡se mueve!
No acaba más el día pero igual
nunca se va la noche.
Así nos mantenemos
y vivimos
así nos sostenemos y ensañamos
andando y escuchando
para seguir
andando y escuchando con los pies.
Paula Peyseré nació en Buenos Aires en 1981. Publicó ¡España, qué hermosa eres! (2005, Guacha Editora), Las afueras (2007, Siesta), Telepatía (2012, Determinado Rumor), Predicciones (Ed. Presentes, 2012), Todo el tiempo de cero (2015, Club Hem) y Los ejemplos (2019, Caleta Olivia).