Una vida en una noche (Canto del Libro Ediciones, 2015)
Herida oscura
Voy a dormir mientras regresas de la infancia,
abuelo, piedra inmemorial, jinete nocturno.
Escucharé tu pulso en mi sangre,
los perros vendrán a lamer mi sueño, herida oscura,
confundiéndome contigo.
¿Olvidé el camino a casa
o era solo una invención de la memoria?
Quise regresar, pero preferí el olvido,
mas no el de tu nombre.
Pero no el de tus manos en mis sienes
como en las de un animal de monte.
Voy a esperar la muerte tendido a la sombra de un árbol
tan viejo como tu palabra.
Recuerda: nada cantará.
Expulsé de mis versos todo cuanto vuele.
Solo acepto las raíces, las manos largas de la tierra,
sus caricias enredadas en mi cuerpo.
Voy a dormir mientras regresas de la infancia.
No importa quiénes mueran entretanto.
Estoy más muerto que los muertos.
Transparencia
Sabemos cómo canta el agua
al pie del monte.
Sabemos de la transparencia de su voz,
el dejo de colmena vulnerada,
la impaciencia de perro sorprendido por las hormigas
en las notas de su letanía.
Conocemos la sal del sudor,
la indeseable dulzura de la sangre en el filo del día
y el sabor tembloroso del pez arrancado de la quietud.
Sabemos, padre, de la vida.
No nos encontró la muerte
cuando nos buscaba en los cafetales
porque nos distrajimos escuchando la música del agua.
Caballo suicida
La vieja casa.
Los ladridos del tiempo
contra las botas que rompen las hortensias.
No saben los niños
que las palabras se resisten a salir
por miedo a las jaulas de la noche.
Alguien canta en el patio
bajo las alas del limonero.
¿Quién interrumpe el sueño
con gritos como antorchas?
La mañana cae sobre el caballo suicida.
Quien se atreva a desatarlo de la lluvia
habrá medido su orfandad.
Celebraciones (Casa de Asterión Ediciones, 2017)
Jarrones vencidos
Tropiezan contra el muro de la noche las gallinas ciegas.
Sus quejidos pesarosos desvían el curso de las cañadas.
Los árboles suspiran al escucharlas
y cierran sus hojas como párpados cansados.
Tropiezan contra la noche las gallinas ciegas.
Se hieren,
Hacen sangrar el silencio.
Traquidos de alas rotas,
jarrones vencidos por la inmensidad.
Una muchedumbre con linternas las encuentra en el camino,
sus cuerpos chapaleando como nocturnos peces sin agua.
Sus ojos fríos como las manos de la luna.
¿Así seremos nosotros, si amanecemos?
¿Gallinas ciegas golpeándose contra los inexistentes muros de la noche?
Imágenes
Me he olvidado.
Nunca fui yo ni tuve casa.
Algo hay en mí
de un alero sembrado de mirtos
donde los sapos respiran enterrados.
Algo hay de unos niños
bañándose con agua nocturna
al pie de un tanque.
Algo hay.
Imágenes.
Araucarias entre la niebla de la plaza.
Un jeep incendiado cayendo al vacío.
Pero me he olvidado.
No soy capaz de distinguir entre el sueño y la vigilia.
Escribo para volver,
para inventar la casa.
(Inéditos)
*
Sé jugar con la niebla.
Sé del agua que son mis manos
cuando acaricio el pasto,
sus hojas pequeñas
cuando por ellas suben
huéspedes diminutos,
iridiscentes mariquitas,
mariposas que se despintan.
No sé jugar con la candela
Cuando ella nació
ya el humo corría,
quemaba el maíz,
el pasto, los insectos.
La casa.
*
Quedó bella la fotografía de la carbonera:
la pirámide de tierra humea
en medio del paisaje
Hay orgullo en los ojos de quien sacó la instantánea,
sus manos no tiemblan,
sonríe
porque ignora que su máquina no capturó
al hombre despedazado, revuelto
entre la leña de cafetos
*
Este no es mi país
Es la humedad
la lluvia indeseable
los musgos apenados
las raíces del cielo
Mis ojos son frutas podridas
cáscaras pestilentes de café
caña vomitada
bajo la tierra
Los gatos me lloraron
antes del olvido de todo
Este no es mi país
es la fosa común