una mirada periférica
tiene en el centro una curva amplia
-interminable-
que pide no soltar
ni apretar de más el acelerador
una ráfaga cobalto
quizás mida las distancias por el entusiasmo
convierte el pan en jesús
las piedras que pueden ser un arroyo
el despacito que baja
por los pies
el viento tal vez los pelitos
finos de los brazos
hacia un lado y brusco
hacia el otro
el viraje de las
gaviotas que al fin
abren el mar
la pisada que busca
cierta estabilidad milimétrica
como el foco de
una lente
casi nunca se pierden las llaves
construí un muñeco que cabe
en la palma de mi mano
con los sobrantes de madera que apilo
por si alguna vez
ocurre este momento
en que aprendo a amar
en que aprendo a vivir
como un luchador de kung fu
que en cada movimiento desprende
una fragancia embriagadora
en esa miniatura
que se deja llevar
por la corriente la brisa
tal vez seas un llavero
no lo sé
a veces llegando al trabajo
a veces llegando al trabajo
camino una cuadra detrás de Freddie Mercuri
en realidad él siempre me pasa
-Freddie se lleva todo por delante-
de negro jeans apretados musculosa
mochila en mano mira al horizonte
con sus rayban y esos auriculares grandes
¿a quién que viste una cadena de acero
como una gargantilla de Isis
el sol la transmuta en oro? sólo a él
debajo de la autopista cargada
es silencio el tránsito entre canciones
¿Freddie escucha tecno?
a veces esperamos juntos
que cambie el semáforo
sus bigotes parecen desear
frenar una moto y hacerle una multa
sólo para mostrarnos a sus siervos
su impunidad impoluta
al cruzar la avenida, doblo
Freddie sigue -quizás tome el subte-
se lleva parte del sol
Kinkón
Antes de ir a new york
a pisar taxis y posar en lo alto
del Empire State
como un jugador de fútbol
crucificado al alambrado de
la Bombonera
se trepó del Cavanagh
y el Cavanah no se derrumbó
llevaba en su brazo peludo
sucio suavemente a Eva
y Eva encantada lo miraba
la dejó en el piso 13
abajo todos teníamos temor
por su vida, por eso los tanques
y los francotiradores preparados
Kinkón quería bananas
con bananas llegó
Adán.
El galgo y la presa
(Publicado en el noveno número de la Revista Casapaís)
Ya he muerto
mis ojos se nublaron
nos miramos
como un último gesto de cariño
vi destellos partículas de polvo brillantes
apenas queda un poco de aliento
en su cavidad majestuosa
monstruosa
sentí cómo crujían las vértebras
con la presión de la mordida los vasos
chorrearon
la sangre brotando aliviada
generosa madre
derivando por los pliegos de pelo que abre la saliva
buscando la tierra
la inevitable gravedad
cumplimos los roles
tal vez me toque a mí la próxima vez
ser cazado
interpretando tan bellamente a la perfección
tu papel
sacudas mi cuello tierno
me dejes tirado
caer al agua del remanso
presa botín
sigo deseándote
podremos ahora jugar
a que me arrojen
la pelota?