Poemas de Carlos Álvarez

pharmakon

un hechizo, un conjuro
concatenar las palabras
un único orden correcto
segmentar, unir, pronunciar
el embrujo. hacer la magia

en el valle, las brujas preparan
hogueras, ofrendas, totems
no es lo mismo quemar
rosas, laureles, maderas
hoy será
menta, jengibre y huesos

las abejas persiguen la panela
la rueca continúa girando
cañas de azúcar esperan
ser cortadas, procesadas
una trampa a la gramática
un salto inesperado

nada el lago la serpiente
dejan de volar las lechuzas
su sangre y la nuestra
se funden en un mismo cuenco
cenizas, palabras, raíces
una mandrágora aúlla en la noche

un hechizo, un conjuro
en el centro del baile las hogueras
letras con pétalos y hojas
serán cosidas. una hebra pigmentada

únicamente hecha
de errores, pruebas y aprendizajes

hay sapos que se oponen
al crecimiento libre del pasto
se amontonan, gruñen
desaparece el verde
la muerte deambula cerca
no hay velas
y aún así el olor
se siente entre las nieblas

en la cabaña cercana
cortinas se cierran
apagan fuegos y ollas
los sabuesos exigen caza

resuena una emboscada

entre la maleza, el monte
se erige mientras las llamas
tocan las nubes
agua de cascada se detiene
las brujas bailan

exorcizar a una hermana requiere
confianza en la unión del sonido
vocales, consonantes dirigidas
entre sahumerios, ramilletes, flores
enunciar un conjuro, proyectar la cura
danzar hasta que la muerte aparezca

Los viñedos y las mandarinas *

Sobre tu regazo
la magia tenía forma
de diarios y mandarinas

Juntos buscábamos
el diseño, el color y el tamaño
ideal

Recortabas a mano prolijamente
las partes que yo te pedía
De fondo El Zorro o Tom y Jerry
me decías “Quedate quietito”
mientras entonabas un tango

Temprano me enseñaste
que la única mandarina mala
es la que de su piel
poco líquido se saca

Cerca de mi brazo explotabas la cáscara
el aroma y las gotas destellaban
Antes de que el rocío se evaporara o absorbiera
pegabas las letritas haciendo presión
A veces, mientras esperábamos
me hacías caras, contabas historias
Siempre llegaban las cosquillas y los abrazos

Sin darme cuenta te me ibas yendo
Michel Torino en la mesa, Phillip Morris a escondidas
Recuerdo el humo blanco como tu pelo
alejado de mí para no hacerme daño

Tu corazón siempre estuvo
en Mendoza y sus vinos
Decías que allá están los mejores
tu felicidad en las vendimias
las travesuras entre las parras

El mío está en las mandarinas
sus cáscaras que aprieto en soledad
derramando su rocío en mi piel
así, de esa manera
aparecés a mi lado y volvés a abrazarme

Pocas cosas heredé de vos
y cada vez recuerdo menos
sé que las uvas y las mandarinas
serán nuestro portal

Un recuerdo:
“¿Quién te hizo ese tatuaje?”
“¡El abuelo!” respondo. Entonces
el bigote se te curva todo
cuando tus ojos miran tus ojos, que ahora también
son los míos

Malvón*

Cuando se golpea un malvón
este expulsa un aroma
intenso, penetrante, inconfundible

Mi madre adora esta planta
colecciona desde hace añares
sus distintas especies, colores

Todas huelen igual
Todas me generan rechazo

Una tarde mi madre quedó atrapada
en medio de mí y mi progenitor
Era verano, no había escuela y estábamos solos
Él la cazó de un brazo
por todas las habitaciones la arrastró
los gritos de los tres se mezclaron
Yo también tironeé de ella
Mi madre en el medio sujetada
abierta y estirada como en una cruz
Tiramos de su cuerpo hasta que
odiado la soltó
Sin fuerza contraria
volamos los dos hacia atrás
Al estrellarnos contra una puerta
pude sentir en las manos de mi madre
el aroma de los malvones

No se hacen pactos con las hadas*

Irrumpe en la cocina
el objeto que pensaba
Platos, cubiertos, ollas
cinco agujas clavadas en una maceta
Desde la ventana el pasto tiene
destellos blancos
Es un círculo de hongos
En el campo ladran los perros
las gallinas cuidan a sus pollos
pleno día y las flores bailan
No son las rosas, tampoco las manzanillas
no son los claveles, tampoco los lirios

Son las hadas

Escasea todo aquí en el monte
se camina largas jornadas
para lavar la ropa en la corriente
Una cascada es el lamento
de unas cuantas piedras apiladas
condenadas a la fragmentación de su ser
No se discute con la única vaca
porque no da leche
Tampoco se reniega
del ternero que no crece y que no se anima
a espantar las víboras
Se escribe con carbón, se conservan las velas
en la noche sólo se deambula
cuando la luna ilumina

La ropa, la misma de cada día
entre escaladas, caminatas, nacen los huecos, los rasguños
Un remiendo es necesario, no aparecen las agujas
se busca entre cajones, bolsillos, cajitas hasta el hartazgo
Esta tarde brillando en la maceta
aparece el contrato
Cinco agujas como mástiles
al lado del romero

Una laucha grita mientras muere
destripada por el gato
Deja el cadáver cerca mío
se pierde entre los bananos sin saludar
Hago un pozo
devuelvo las agujas a la tierra
pronuncio en voz alta
“No estoy interesado en trabajar en conjunto”
Nunca se da las gracias

La ropa rota, la laucha ya llena de moscas
dejan de bailar las flores
No habrá agujas hasta el próximo mes
fecha de permutación en el pueblo
No se hacen pactos con las hadas
no se entrega el alma
por colores y brillitos

*

Los papás de William nos llevaron a una quinta
esto pasó hace mucho y no me apetece hablar
de las hectáreas de pasto verde veraniego
ni del maíz con parásitos ni de los invernaderos
Hablo de la quinta para hablar del baño, William
y yo nos estábamos lavando las manos antes
de almorzar. Yo era un invitado, no conocía
a los amigos de los papás de Williamcito
Nos estábamos lavando las manos cuando entró
este hombre amigo y dijo, mientras se bajaba la bragueta
“estamos entre hombres, no pasa nada”, segundos
quizás menos, después entró el padre de William
y se lavó las manos en la ducha, marcando distancia
ocupando otro espacio, ese espacio que en ese momento
era de hombres. Ahora que crecí me gustaría preguntarle
a ese rubio varonil si sabía que William y yo a escondidas
nos dábamos besos, nos frotábamos en las noches
Me gustaría preguntarle a ese señor, si igual nos hubiera
dejado pertenecer a ese ámbito de machos que orinan sin pudor
que muestran sus pitos sin pudor. ¿Orinaría conmigo al lado
ahora? Siento que cualquier respuesta me haría feliz

¿Por qué las abejas trabajan los domingos?

Ofuscado camino balanceando
la bronca y el cansancio
que irrita mis sentidos, mi espalda
dolorida, ardiendo, pienso en arrancarme
el cacho de carne que tironea, quema
molesta
No alcanza, pienso, un sólo día a la semana
para desahogar, arremeter o desistir
a las penas construídas a lo largo
de las horas de trabajo ininterrumpido
Un partido árbol a la mitad, diría que tiene
dos trozos que se funden con un hueco,
está poblado de abejas, vuelan para todas partes
Me confundo, no entiendo por qué
las abejas no están intentando descansar
no tratan de aliviar el desgaste del cuerpo
Leí que sin estos bichos el planeta moriría
en poco tiempo, por qué el barrio está
tan callado, quieto, inmovil, mientras
las abejas van y vienen, cargan, construyen, crían
Es domingo, me digo, cuando dejo atrás
el polen, el barullo de las trabajadoras
¿De qué me quejo
si las abejas trabajan
hasta los domingos?

*Poemas publicados en blog personal: https://jardin-de-lantanas.blogspot.com/

Biografía

Carlos Andrés Álvarez. Profesor de Escuelas Secundarias en Lengua y Literatura. Actualmente cursa la Licenciatura en Artes de la Escritura (Universidad Nacional de las Artes) y la Licenciatura en Letras (Universidad Nacional Arturo Jauretche). Da talleres de lectura y escritura para la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Berazategui. Sus cuentos y poemas forman parte de diversas antologías. En agosto de 2023 publicó su primer poemario “Hombres que todavía recuerdo” con Ineditados Publicaciones.