Truena y no tengo a quién calmar
lo que por un segundo se parece
a no tener quién me calme.
Laura Wittner
1.
supe desde el inicio
que mi piel se volvería una hoja seca
desparramada sobre este suelo
y dibujé senderitos con flores
acomodé un pájaro azul, a cuerda, sobre el estante
que tus paredes
me sostendrían cuando mis piernas
se achicaran
y entré y salí, el pico barroso
para tapar tus huecos
que la dicha no se escapara a través del cemento herido
compartiremos un último día
juntas miraremos
el techo incandescente de nubes
el agua sobre nuestros cuerpos
2.
la lluvia se desplomó sobre nosotras
el techo perdió la batalla
se rindió como un perro herido
en el asfalto
arropé a mi casa con brazos de ramitas
le susurré al oído palabras de consuelo
fue recuperando su respiración
hasta que nos quedamos dormidas
mis huesos crepitan desde entonces
apenas huelo en el aire la humedad
3.
en las noches de luna nueva
las luciérnagas celebran
una fiesta en mi casa
hay una cancha de bochas
sobre el parquet: las luces
parpadeantes delimitan el perímetro
bichos bolita ruedan chocan
se hacen cosquillas en la panza
con sus pies enrollados
brilla un hilo de oro
en v sobre el lomo de las chinches
mariposas negras con ojos amarillos
se posan en mí
Moños negros
quince metros de cable
zigzaguean desde el timbre
hasta el farol
sobre su cuerpo lleva
moños negros de cinta aisladora
cicatrices de cirugías menores
que escanden el tiempo
amanezco antes que el sol
pero la penumbra es mía:
la lluvia abrió otra herida en la cuerda
burbujean sus entrañas de cobre
y yo, bajo el chaparrón
remato la noche
de un tijeretazo certero
el sol todavía duerme
pero mi casa resplandece
4.
el techo es el lugar más frágil de mi casa
el dibujo de un pájaro
nacido de la mano de un niño
un hombre lo visita
allá arriba sus pasos
escriben un poema en clave morse
que traduzco, simultánea
dice algo sobre el plumaje
áspero, replica el latir de sus venas
como un diagnóstico garabateado en el aire
se diluye en el silencio
5.
la escritura dice
que somos un manojo
de metros cuadrados en la ciudad
los pies sobre el cemento
pero mi casa habita un mapa secreto
huelo sodio en el aire
cargo un collar de cristales
sé que estamos a resguardo
flotamos sobre un río quieto de sal
la trampa perfecta contra los fantasmas
Que ninguna nube se atreva
a esta hora exacta
en este punto preciso del calendario
la luz se expande
como una manada de ciervos
que ignora el frío del invierno
y camina, elegante, hacia el lago
la sombra de las cornamentas
se proyecta sobre el colchón
y nace de la tibieza un silencio
apenas interrumpido por el susurro de mi rezo:
que el sol no cambie de posición
que ninguna nube se atreva
no hay mundo afuera
somos mi casa y yo
las últimas sobrevivientes
no habrá nada después
de nosotras
6.
convivimos con la nube de gas
letal amorosa
le dibujábamos ojos chispeantes
brazos de monigote
con fibras de colores
hasta que alguien dijo basta y cerramos
una llave de paso con forma de timón
la abrimos a diario para cocer los alimentos
y la volvemos a su sitio
no sé si lo sabés
porque al fin y al cabo solo sos mi casa
pero me fascina escuchar
el gas que viene llegando
un anuncio lejano
cuando levo anclas
giro la perilla de la hornalla, fósforo en mano
y aguardo la explosión
7.
el techo escribe trazos
parpadeante como un semáforo
grita con sus alas de celofán
desea aletear hasta liberarse
de los tornillos con que lo apreso
lloro durante las noches
bajo la sábana escondo el pudor
que me causa dejarlo abandonado
en las alturas
8.
ayer vi un edificio implosionar
los obreros caminaban
como mineros cubiertos con cascos
y zapatos punta de acero
entre los pasillos, cargando dinamita
por efecto de la filmación
algunos eran tortugas
otros, muñequitos de playmobil
llevaban orejeras para matizar
el llanto de las paredes y las puertas
¿es posible sacrificar una casa?
¿qué haré con tu cuerpo
cuando el tiempo termine
de roer tus bisagras?
¿en qué urna cabrán
tus cenizas mojadas?