*
Bajo este cielo
hay otras ternuritas:
los juguetes de Felipe
salpicados de arena
el desconcierto de los benteveos
en los días nublados
la rosa china que coquetea al verano
la ceremonia matinal de los rayos de sol
el viento que despeina a los guindos
el rocío que traza territorios
sobre las hojas del nácar.
Vi también
la ternura del colibrí al picar la flor
el ala rozando el filo del aire
la suavidad de la rosa
su pudor, su temblor
¿Y en el cielo?, en el cielo quizás
los ojos esperanzados de dios.
*
Miro el recorrido de las nubes
su equilibrio armonioso
mientras buscan
en el frío viento de la altura
ocultar su temblor de muerte.
El sol las espía
omnipotente
sabe que tienen un final seguro
bajo sus rayos ambiciosos.
Y yo aquí,
terrenal insegura
aturdida por los designios naturales
preguntándome
¿cuántas veces hay que morir
para vivir?
*
El manto de la noche
pulveriza
los propósitos cotidianos.
Deshace
los ribetes de puntillas
tejidos
en los bordes del día.
¿Cómo desafiar al mañana
si la noche es un pozo ciego
donde caen
todos los intentos?
*
¿Qué hacer cuando en el ocaso
las flores y las hojas
sean arrasadas por el viento?
¿Quién abrigará la desnudez de los árboles?
¿Cómo sostener el desconsuelo del verano?
¿cómo abrazar los grises?
¿Quién cobijará las alas pichonas de la vida?
¿Dónde resguardaremos los brillos
de los tiempos felices?
Sobre la mesa, el mate
mientras el poema se deshace,
muero
de a poco.
*
Florece el cactus
con la cadencia de los acordes
que habita en el músculo encarnado
de la tierra.
Ceden a la luz
en triple sinfonía.
Brota el cactus
y estas flores que saben de púas
en las distintas direcciones del viento
nos animan
a remendar
tanta herida.
*
Como un campo
casi desnudo
mi cuerpo siente
el peso
del poema.
¿Por qué sentir esa condensación
si elijo las palabras?
Palabras
piel de durazno
palabras
deshidratadas
las más consumidas,
aquellas
que el lugar común
dejó,
palabras
deshabitadas.
Me perdono:
a veces
olvido
que mis poemas
sostienen mil batallas
y
todo el peso
que me guarda.
*
Hay horas bellísimas
guardadas en fotografías
testimonios sepias
en el borde
de tiempos felices.
Al mirarlas rememoro
los paisajes recorridos
las celebraciones
las risas
los anhelos.
Las imágenes me sacuden
recordándome
que la fuerza de los sueños
fueron como remos
que me hicieron llegar
hasta esa orilla.
*
Es lunes y llega el cartero
entonces
el día más difícil de habitarlo
esta vez me sabe diferente.
Me deja
la encomienda y se marcha.
La ansiedad me gana, rompo a ciegas,
quiero verlos.
Me detengo en uno de los títulos: Infancia.
Un escalofrío me deposita
en ese pedazo de la vida
donde tuve
que hacer un hueco para salvarme
de temibles pesadillas.
¿La lectura puede
enmendar pedazos?
La lectura el puzle que nos arma.
*
Paso por el corazón
una porción de amor:
la humedad que nació entre las sábanas
dejó un arco iris suspendido.
Paso por el corazón
la belleza de aquel día
como un paisaje
que nunca perdió la calma.
El beso en puntitas de pies
en medio del pasillo
fue la ternura que me animó
a cerrar sin miedos
las cortinas.