Me gustas…
Como la noche cómplice de tus amores.
Como un licor verde que baja por mi garganta.
Como cuando eres sólo un sueño recién advertido.
Me gusta encontrarte atrás de cada esperanza,
Como cuando eres presente y eres olvido.
Me gusta verte encapotada de jueves, lloviendo incesante,
Como un paraíso perfecto de fríos y penumbras agobiantes.
Así como cada mañana cuando apareces desnuda en mis ojos
Y no buscas escaparte.
Me gusta hacerte mía en silencio… y con mil furias y con mil gritos.
Me gustas cuando eres sol y árbol verde de domingo.
Cuando eres la luna llena, amante de los poetas perdidos.
Me gustas Bogotá.
Como una madre que esperará ante el frío.
Como la caricia de una novia enamorada.
Como una amante apasionada, o la esposa entregada.
Como la mujer de mil formas y mil momentos.
Como la única… La más amada.
Me has enseñado a lanzar el grito libertario
Para descubrir música en las voces, como buscando tu canto.
Como cuando eres cada minuto y el porvenir completo.
Todo lo que fui y lo que soy.
El camino despejado, y el retorno lleno de bienvenidas.
Mujer de madrugada y tarde.
Y de las mil esperas y las albas que no llegan.
Madre, sigue dejando en mi cuerpo las gracias de tu sangre y en toda mi piel las canciones del pasado, como ya fueron puestas.
Sigue dictando en mi oído las palabras en el viento para escribirlas de mil colores.
Y que el mundo se detenga.
Que rujan el cielo y el mar, de muerte lenta.
Sin embargo tu amor pondrá música en el mundo
Y será mi espacio, mi noche, mi día,
Y levantado en la tormenta, como el brazo que lucha,
Será la luz del faro que guía.
Y si por casualidad me ves pasar
Y notas mis pasos torpes,
Y te encuentras mis miradas perdidas…
Si por casualidad me ves pasar…
No te despidas.
Del poemario Mis cartas a la deriva
Es la ropa de la guerra, dijo mi abuelo.
La misma para trabajar la tierra;
Para ir a la iglesia y dar de comer a su perro.
La misma que se quitaba en las noches, sentado en la peña,
Cuando fumaba su tabaco para hacerle el amor al viento.
Esa con la que se levantaba para recibir el sol de su pueblo.
La misma con la que se fue del mundo,
Despojado de toda su vida en la tarde de año bisiesto.
Me dejó su sonrisa plácida por haber estado listo.
Y una muda nueva para cada día.
De la ropa de la guerra…
La misma de todos los días.
Es un niño que mira al pasado
Con los ojos inundados de pesares,
Tirado como un sueño olvidado
En la macilenta alfombra de los días muertos.
Con su cara de angustia, que es igual a la mía,
Encerrado en su débil cuerpo.
Hay un niño que llora desde adentro.
Que clama por besos, alegrías, anocheceres nuevos.
Arrancado de su mundo por el tiempo,
Grita por los besos que nunca fueron.
Para seguir en un eterno pretérito,
Siempre feliz, sin ver el día nuevo.
Y si no te amo que me lo diga el viento,
Pero nunca más tu llanto arrepentido.
Si no te amo, ¿no es acaso mi voz quien realmente lo sabe?
O si por azares del tiempo, realmente te amo,
Déjame pronunciar tu nombre a solas.
Entre sombras sin oídos y ojos sin lágrimas.
En esa penumbra umbría que sigues siendo tú.
En donde tu vacío se traga el tiempo y desvanece las palabras.
Deja que diga a solas que te amo.
Déjame llorar la noche entera.
Que el tiempo pase y limpie mis culpas.
Déjame nadar en esta tristeza
Que me entra por los poros y me deja borracho y sucio de muerte.
Déjame caer perdido en tu vacío en donde el amor ya no lo es.
Para no ocupar tu tiempo, ahora lleno de quimeras y amores pasajeros,
Me sentaré en el espacio que te sobra.
Con la certidumbre de tu burla y tu desprecio,
Sonreiré al cielo dando gracias por la tristeza.
Y con los cristales bellos de tu luz,
Convertidos en astillas que lanzas a un tiempo,
Cortaré mis venas.
Pero tranquila… Duerme y sonríe,
Para premiar tu encono,
Y por lo que alguna vez sentiste,
Quizás te invite al festín de mi sangre.
Del poemario Nictálopes
Johan Pedraza Vargas es un narrador y poeta bogotano, autor de la novela Pedazos de corazón (2010), los libros de cuentos Exordio (2000) y La otra ventana (2016). De los poemarios Lo que alguna vez me contó la luna (2002), Mis cartas a la deriva (2015), y Nictálopes (2017).