del Libro Oro cuarzo blanco amatista obsidián (Lumpén Editorial, 2024)
Me comí a mi mamá y mi panza
creció y creció como tambor tozudo
o rueda de camión.
Espero que al defecarla
pueda ella penetrar
tierra blanda negra espesa
la raíz de un gran árbol
antigua frescura ancestral
y que un río de lombrices
sea parte de sí.
*
Hermanas:
¿Qué hice? Con mis manos pálidas
¿Qué hice? Con un sueño lánguido
en la vera, las hojas doradas del dolor.
¿Qué hice que es
matarla para siempre en mí
sembrarla en mi pecho,
raíces imperfectas
lumbre naciente
*
Con una mano, la propia
pongo un cuerpo, el mío
en un cuenco de agua tibia.
*
Nombro para traer a la vida: digo árbol
como quien dice pan o trigo: materia,
extraigo de mi círculo
un ladrillo y otro, los apilo
con fe: una casa no es más
que una casa, remanso
de palabras.
*
Nosotras te decimos, hermane:
Es la hora de tu nombre
río que desemboca
en aguas abiertas, sin temor
habrás de irte de este aposento,
crisálida ponzoñosa, nervadura crispada.
*
Nombrarse
a une misme
es parecido a besar
un espejo caliente, líquido
antes de ser espejo
brilla lo mismo.
Nombrarme es decir
brillo aún ahora
que no sé quién soy
y sé quién soy:
un gesto
inacabado.
Lo imposible:
merezco una vida
como cualquier otra,
un vaso de agua
frente a la sed.
Gota por gota soy
un charco
destruido, pisoteado
me rearmo
con menos contenido.
Soy
la santísima trinidad acúfera,
acto de magia:
el glaciar
la nube
el lago.
Mi nombre no tiene
estado puro.