(Inéditos)
*
A las imágenes
derivadas del naufragio
las trae braceando
un temblor de piel
que poco a poco
se va secando
en la costa
del desenlace.
*
Luego del episodio del avión
grabé un mensaje en la costa.
Pero como nunca puedo ver
cómo queda mi texto
es decir
corroborar
si dice exactamente
lo que quise decir
corrijo día y noche
llevando y trayendo rocas
de un lado a otro
de este palimpsesto.
*
La idea de cavar mi propia tumba
me resultó bastante entretenida.
Decidí que moriré al lado de una palmera.
Cuando me sienta demasiado débil
iré a dormir al fondo de mi lecho terroso.
Será un final como Dios manda.
Pero la lluvia desbarata mis planes:
derrite los montículos de tierra.
Con los brazos desocupados
observo incrédulo
cómo el barro corre
a llenar el hueco
mientras me empapo.
No sabría decir
si lo que hace
lo hace con
o sin
maldad.
*
Del barco grande
anclado expectante
mar adentro
se desprende un pequeño bote
tripulado por mi deseo.
La repetición es tan fiel
que de tanto ver cómo se acerca
el bote dentro del sueño
tomo conciencia
de que se trata de un sueño
y por eso el sueño
comienza a desmoronarse:
el mar pierde su azul elástico
se enturbia y se enoja
y los remos dejan
que el bote se vea devorado
por una fría dentellada de ola.
Antes de despertar
espero que el barco grande
se achique hasta desaparecer
del curvo lomo del horizonte.
Quiero estar seguro.
*
No las cuento
porque no me interesa
que entablemos
ese tipo de relación.
Juego a armar figuras
deslizando el dedo
entre sus cuerpos
de pupila fascinada.
Sé que no hago nada nuevo.
¿Fueron los antiguos griegos
o egipcios o babilonios
quienes inventaron
este juego sideral?
Me cuesta repasar
sus dibujos zodiacales.
Y sin embargo
ahora mismo mi dedo
nítidamente me señala
cómo aquel hombre gigantesco
extiende su brazo en alto
devolviéndome el saludo
con su mano negra y distante
mientras lo arrastra
la vocación imperial
del universo.