Entumecimiento
De a poco todo
vuelve a la
normalidad
donde descansa
la muerte
vuelve a crecer el pasto
un telón de fondo es extrañar
sin darnos cuenta
dejamos de pasar
por esos lugares
que el sol nunca toca
pero
cada tanto
recordamos que
caminamos sobre huesos.
Eclipse
Allá
los bordes y sus relieves
del abedul
cuelga
un conejo de tela
protección o
recuerdo
acá
prendo un fuego
de lo que sea que da vida
y la vida
sopla
como un lobo
caen sobre mí
hojas huérfanas
nada queda en pie
salvo la polar entrega
de los astros.
Bajo el sol
Ordeno sábanas viejas
en el patio las ventilo
las estiro bajo el sol
a las almohadas
las golpeo unas contra otras
yo sé
que no todas las cenizas
se parecen
que las que descansan
en la estufa
nada tienen que ver
con el cuerpo de mi padre
yo me recuerdo parada
hace nueve años en la pradera
donde mi papá adolescente
aprendió a volar
el peso de una caja negra
a la cual miraba como a
la Piedra Rosetta
y el peso del polvo gris
que se depositaba
como un yunque
resistente a cualquier brisa
sobre el pasto y las piedras
bajo el sol de invierno
yo recuerdo el calor rojizo
en mi cara
como lo siento ahora
mientras golpeo almohadas
que huelen a quema
y a lo que quedó
del cuerpo de mi padre
todo va hacia su
materia primordial
y ver algo
no significa
que lo entienda.
El cordero
Aún no puedo olvidar esa
víspera de año nuevo
en la que recorrimos con mi padre
la ruta más allá del Club de Planeadores
girasoles en la banquina
y en la distancia
hacia la izquierda
una línea de eucaliptos
que se adentraba en el campo
como una flecha
ya no llovía
la tierra húmeda
el aroma a bosta y pasto
entraba por las ventanillas
en ese día estival
los perros nos recibieron
en el puesto
detrás un corral desolado
una señora de pulóver
traía un poco de invierno
dentro de la casa
olía a leña
pan caliente
leche tibia
en el corazón de la vida diaria
una mesa de madera
sobre la que descansaba
en una bolsa de arpillera
aquello que sería
entrada la noche
nuestro alimento
pero ahí era
despojo que vaciaba
ese hogar de todo
rastro de calor.
Ofelia
Con sus flores moribundas
como carteles de neón que luchan
por no apagarse en las mañanas
y ella ya muerta
pareciera que los nenúfares
buscaron refugio en sus enaguas
y la ayudaron a avanzar
a tapar acaso su locura
ya nimia
arrastra aún su belleza
como un iceberg
en un arroyo estancado
solo recordarán
que fue un bello animal
y habitó el mundo
en el que las flores
estaban vivas como ella
no inventó nada
morir, moriremos todos
pero su cabello flotando
como una corona enlazada
con ondulantes perlas florales
parece fluir
como una gota más
quizás llegue al mar
en otro tiempo
porque ahora
la encuentran, la lloran
como llora una japonesa
frente a un altar de piedra
con el manojo de incienso
agotado entre las palmas
bajo la nieve
que cubre su espalda
y todo aquello que no se mueve.
Necochea
Soy muy pequeña
para entender el arrastre
de los sedimentos, la erosión
de las piedras y la geología
llama mi atención
que en esta ciudad
donde todo es de arena
crezca pasto
y luego me sorprende
encontrar debajo
tierra común
mientras hacemos una tumba
para el gorrión
que encontramos muerto
soy demasiado pequeña
para entender.
Plantar
Adentro de mi mano
algo late además de mi sangre
la calma
pequeñas piñas
sobre la tierra
que retiene el calor del sol
el futuro sabe:
cada cosa necesita
de algo que lo sostenga
hacer el pozo
lo suficientemente profundo
para olvidar que todo
tiene raíces
es lo más difícil.