1
Traías un fuentón repleto
de corazones dulces
damascos decías
con la voz contenida de agua.

Los lavabas uno a uno mientras
los partías a la mitad
y los carozos,
formaban una torre
al lado
de nuestras manos
húmedas.

Algunos se deshacían
antes de partirlos
en la boca.

2

En verano los duraznos los traía
tu papá en un cajón de madera
para estar con vos esos meses
en mi casa, a orillas del río.

Algunas veces cosechábamos
vos desde arriba de la escalera
los tirabas en una canasta
mientras yo los contaba como goles.

Saboreábamos el verano maduro
en la boca agua del rio
de la lluvia caída
medidamente en los días frágiles

Nadie devoraba el verano como nosotros.

3
Mi tía tomaba sol del lado de los rosales
Su cuerpo negro dibujaba el límite
entre nuestros juegos
y la tierra seca de la barda

Dejaba el sapito de agua
apenas abierto
debajo de la reposera y
cada tanto
la humedad revivía el brillo de su piel

Con mis primos la mirábamos
desde la ventana
porque era el sol para nosotros
la sombra de esos rosales

Mi tía cuidó
toda su vida un jardín
en la aridez del campo.

4
Mi tía podaba los rosales
con una tijera de jardín

Yo no podía agarrarla
porque mis dos manos
apenas lograban
acercar los extremos

Ella        en cambio
los unía con una sola mano
elegía las más grandes
y las colocaba en un balde con agua

Durante la noche
armábamos ramos
los distribuíamos en la casa
y les cambiábamos el agua
para que resistieran al menos
una semana

Su olor           decía mi tía
hacía que todo parezca más fácil
incluso
estar juntos.

5
Juega con la soga
de este lado del alambre
lejos de las púas
y las tierras áridas.

Mueve su pelo,
las manos
y salta.

El viento se arrodilla
para marcar cruces
en territorio.
Cada salto es un silencio

tierra sobre tierra
sobre gritos.

La soga marca
cuántas voces se esconden
en la bravura del viento.

(Poema que obtuvo Mención de honor en Concurso de poesía de UNLAM, 40 años de
Democracia 2023)