“No silbes en la oscuridad” (Editorial Mutanta, 2024)
Mi amiga y yo en el verano de 2006
Está vacío el bar de la galería y ya es medianoche.
No vamos a ir a bailar, nos quedamos
tomando daikiri de melón.
Hablamos de lo mismo que a la mañana
de lo mismo que el día anterior tiradas en la arena
y supongo que de los mismos temas
que hablaremos al día siguiente.
Nos movemos en un líquido espeso y dulce.
No nos cansamos.
Atamos el futuro a la estrella más luminosa de la noche
y así vivimos.
El bar se llena poco a poco,
la música está cada vez más fuerte y
no podemos escucharnos bien.
Salimos a la peatonal.
Un aire fresco nos golpea y devuelve el ritmo a la conversación.
Caminamos hasta la casa tomadas del brazo,
mientras hablamos de ayer y de mañana
mientras no tan lejos dos sirenas visitan
las costas de un mar melancólico.
House
Four to the floor, I was sure
Never seeing clear
I could have it all
Whenever you are near.
-Starsailor-
Son las cinco de la tarde, escucho música electrónica.
Hace algunos años la bailaba arriba de los parlantes
inspirada por las luces que se prendían y apagaban,
por los vasos que corrían de una mano a otra
y subida allá arriba sentía el temblor
macabro interno que producía la música
los ojos entrecerrados, me dejaba llevar.
El temblor y yo éramos una
qué digo una, éramos miles
refractadas por los haces de luces.
Ahora casi la misma voz metálica me lleva
y trato de retener las imágenes que vuelven.
Estoy patinando en los recuerdos
practico el tarareo de las luces en la pista.
Esta música se parece al temblor de la vida cuando empieza
a la colisión del cuerpo contra el cielo
es el corazón en las piernas
el aliento como alfombra, volándonos
hasta que la última canción me saque alucinando de ahí.
Bailando con un desconocido
Si esta noche estuviera en una pista
y tuviera veintidós años
y el top rozara la línea superior de mi ombligo
y una mano desconocida se tendiera enfrente mío
sería una bailarina consciente de las luces en la oscuridad.
No me escondería en los baños sucios a llorar:
aprendería a ser mi propia amiga.
Los ojos bien abiertos verían que
el techo es una bóveda hermosa y prismática.
Ni mi mano ni la tuya detendrían la canción
que ahora está sonando.
Si la música partiera en dos la pista
quedaríamos
extraño
vos de un lado / yo del otro.
¿Qué está pasando?
Paseo mentalmente por los lugares
en los que dejé algo
una bolsa en la mano, por ejemplo,
y la olvido apoyada en cualquier parte cinco paraguas de mi
madre uno mío precioso de mango largo con volados. Es una
sensación vertiginosa ir caminando y siempre pensar que
olvido
que sigo olvidando a cada paso.
No selecciono qué dato perder
qué fecha pasar por alto
qué nombres voy a modificar.
Camino cada vez con menos decoro siempre hay un símbolo en
lo que está pasando algunas veces no sé si lo que veo es real el
piso está mucho más abajo que mis pies así comienza el día
y continúa.
Los cuerpos con los que me cruzo flotan el mío flota más
aún
es mentira que ando liviana
estoy perdiendo el ancla a la tierra.
Pozo
La domestiqué como pude
y cuando no era doméstica
era mejor todavía.
La última semana de mi perra
la pasé mirando su pecho. Bajaba y subía. En cada toma de
aire
me daba una esperanza.
Nunca había visto el final de un perro. Mi
desesperación, la quietud,
los ojos de fuego reducidos a una súplica. Ya entendí que
esta historia terminó pero algunos días voy a mi jardín me
quedo mirando donde la enterramos la tierra hace el
mismo movimiento se llena de aire, forma una pancita y
después
nada.