Poemas de Nicolás Figueredo

Los latidos del caracol
En el barrio los chicos escucharon
Los latidos del caracol;
Se parece a una leve espuma
En los oídos, decían
La sal que el sol nos dejó
Cruzó los margenes de la calle.
¿qué pequeñas manos cubrirán
Lo frágil del caparazón?

La mortalidad del sueño
Seguiré, todavía,
Inventando la inmortalidad
En la enceguecida idea
De no tener futuro ni pasado,
Y en la vertical caída de la muerte
Traerá el humus
El nervio central del presente.
¿En qué sueño escapamos del ápeiron?
¿Quién nos despertará
De esta vana identidad
Que se desgarra en lo profundo de la tierra?

Las mariposas son hojas muertas
La fuerza vital de las hojas muertas
Se ha materializado.
En armonioso impulso
Se elevan a las frágiles ramas.
Allí, bien abajo, en oscuras grietas
Se las escucha romper;
Tal vez el tiempo,
Imperceptiblemente,
Se ocultó en el verano

Para estrujar los huesos.
Allí, arriba de los cadáveres,
Las mariposas son hojas muertas
que intentan volver.

La espera
Cuando se apaguen los murmullos
El río, susurro de peces en el agua
Un sueño interminable
Me traerá tu rostro.
La intuición latente
Percibe el brillo
Que en este fugaz instante
Un trozo de materia
Dejó y escapó del tiempo.
Ceniza de herrumbre
que empapa los días
¿será el sabor del ocaso?
¿O una mañana furtiva?
Yo espero, indiferente,
La muerte del río interminable.

Te llegó el invierno
La tupida cortina
Llegó a cada marco.
Te diste cuenta,
Desde la comisura
De tus huesos,
Que la plateada viruta
Chillaba en los rincones de la casa.
Te imaginé como un minotauro
Embistiendo el mármol.
¡Un pábulo mi carne!
Mi carne cuando en solitud
Te mecias en el pensamiento.
Te llegó el invierno
Desde la ventana de la noche.
¿Cuantas limaduras de caries

Te ahogaron la garganta?
Un inocente pábulo mi voz
Mi voz acariciándote la frente

Se van los pibes del barrio
Se desfigura el humo,
De cables, masacrados gestos.
El nylon gotea el fuego
Sobre la corteza agreste,
Los empuja del otro lado,
Desaparecen.

Se van, caminando,
Ni una mueca percibo al cruzar la esquina.

Nadie abrió el espacio,
Ni prendió la chispa en la oscura noche.
Se van cansados,
Sumergidos en el barro

Se van de a uno,
Con la mirada aburrida,
Esperando quizás
Que alguien le estreche la mano,
Que alguien los abrace
Que alguien le diga; te quiero amigo.

Domingo

Una oscura nube
O una negra caballería
Surge del bosque para perseguirnos.
Zigzagueando las calles

Con frías palpitaciones
Escapamos;
En anarquía la tierra entera,
Nos agobian, pretenden someternos.
¿Despertaremos exaltados
En el declive del patio?
¿O las letras serán la vigilia?
Domingo en su clamor de angustias
Nos ahoga.

Gestando
Me voy gestando.
Desde el agónico grito de noches embrujadas,
Que a violentos torrentes de sangre
O vientres de animales malditos,
Cada una de las descendientes
Lleva en su instinto el pasado.

Me voy gestando
Entre voces que duermen rabiosas
Y me impulsan, suave brisa,
A volar entre los cipreses como una libélula
De pantanos y de noches,
A beber de mi madre la rosa.

Rapsodia sepultada
Que emerge,
Invencible,
Retumbando en cuevas
Y oscuros recovecos impensables.

Blanco pan
Cual intempestiva hemos llegado
Al pétreo momento,
Y con las manos pulcras
El blando pan comemos.

La casa de piedra caliza
Nos acoge, la piel bañada,
Ni las moscas se acercan,
Blanca todas las miradas.

Y si el silencio asoma,
Solo el agua cristalina,
Despues del golpe seco,
Nos envuelve en su suave espuma.

¿Dónde están todos?
La sal, tal vez, se parezca a las lagrimas,
¿Y el pan?
Una tibia sensación de morirse solo.

Biografía

Nicolás Figueredo tiene 30 años. Es profesor de Filosofía y se encuentra cursando la Lic. en educación (en la Unahur). Vive en Grand Bourg y ejerce la docencia en el Partido de Malvinas Argentinas. Maneja una pagina de Facebook llamada “Instante filosófico/literario” (o en ig: instante_fl) en donde comparte algunos de sus poemas , y algunas lecturas que lo interpelan. También ha publicado en revistas y editoriales algunos relatos y poemas.