del libro Leonor (Caleta Olivia, 2025)
Leonor:
Quisiera poder pensar con mejor claridad
ver cómo podría hacer
para que después de muerto
siga dándome el sol
para que después de muerto
me sea posible seguir
enamorándome de todo lo desconocido.
Querido:
Detesto su dejadez
su cruel condición desierta y estéril
donde ya nada crece
más que un brotar de pájaros que buscan huir
de su pecho aprisionado.
Tiempo atrás
quise enseñarle sobre el idioma de las aves
más nunca le ha importado saber
aunque lo inviten a volar
usted sigue arrastrándose por la tierra.
Leonor:
Poco me interesan los cuervos
que usted confunde con bellas aves.
Aunque aniden los coihues y cipreses
con sus encantos matutinos.
Debo lograr extirparlos de mí.
Impulsar los brazos para apartar
todo lo endeble y pequeño
que me conmueva.
Querido:
Se ha convertido
en un hombre que vive
sobre los bordes de la locura
y se queda obligado a andar
con una nostalgia que le aprisiona los pensamientos
pensamientos condenados a desflorecer
/ante el menor signo de brote, los aniquila/
Sabe bien que la verdadera penitencia es
su completa libertad.
Si lo han olvidado, eso qué importa
sigue entre las margaritas
y los hospitales de las plazas
tirado sobre la hierba
sobre largos cabellos de hiedras
que trepan y sostienen.
Se encuentra abrumado
deseoso de ser recordado por lo muertos
a pesar de que ellos
y sus bellas coronas lo aterran.
Leonor:
Me he convertido en mi propio huésped /permanente/
que siente los días como si fueran
el momento después en el que se diagnostica
una enfermedad terminal /sin tristeza alguna/
sino con los sentidos atentos en los sonidos.
Lo vivo /como usted sugiere/
en ésta casa de la infancia
con esa sensación que se experimenta
cuando llega la noticia de que aquel diagnóstico
ha sido un error.