Poemas de Rocío Nicolaci

A veces escribo dormida

siento el corazón
su peso en el pecho

su esfuerzo
por hacer brotar una sola mano espesa que
arañe y trepe hasta mi garganta
o al menos lo ayude a que se arrastre
hacia la unica luz
que percibe desde dentro.

con la urgencia roja
de su propio corazón
se empasta en sangre
suplica una salida

Y yo
lo desentierro

Lo sostengo entre mis manos
que resisten su convulsión

como si fuera un pececito
recién salido del agua
lo acomodo cerca mio
sobre la almohada

Y es tan blando
tan suave
que ahora sí
ahora puedo cerrar los ojos
solo para escucharlo

solo para escucharlo latir.

 

Kyudo

Una mujer sujeta el arco 
a la altura de su rostro
su mano empuña
el lazo que lo atraviesa por detrás

consume la fuerza
de aquello 
que está a punto de soltar

sostiene la flecha sobre su dedo índice

cierra un ojo
muerde su lengua

la libera al  vacío
como si fuera a dar en la entraña

se salva a sí misma 
de la trampa de fallar

no vaya a ser
que dé a dar en el blanco
o que se caiga la flecha
antes de soltar la cuerda.

 

Es principios de julio

me devolvés el lavarropas
envuelto en cinta de embalar negra

yo siento que me dejan un muerto
un muerto que hacía media hora
vos asfixiaste
un muerto que yo tengo que revivir

arranco el papel con fuerza
como si todavía respirara
como si todavía pudiera liberarle la mirada
a ese ojo de animal cíclope
en el que yo lo quería convertir
pintandolo de verde

pero vos sostenias
que los objetos no pueden convertirse en otra cosa
y menos en monstruos
el lavarropas era ese
que había enjuagado
cada prenda despues del sexo
o del verano que pasamos
sin poder salir de tu casa

lo miro fijo
veo como todo cae infinitamente
impulsado
por el giro hacia arriba

por momentos
el ojo derrama agua

como si fuera lágrima
como gota de sangre

me pregunto si sería mejor
sacar todo de ahí
y acompañarlo en el trance
estrujándolo
con las manos tensas y frías.

 

Matar a un hermano

Cuando el hermano ya puede pronunciarse
cuando ya no es inefable
indecible

llegó la hora

cuando el hermano
se vuelve enorme,
robusto
obstruye tu deseo

llegó la hora

en el más allá lo verás de nuevo
sus ojos entre la gente
el sabrá que fue tu hermano
algo temblará adentro
en él
en vos
como antes

líquido rojo tirará de la soga

ambos permanecerán inmóviles
porque ya es la hora

la hora de la muerte.

del final
del comienzo

porque tu hermano
ya te habrá donado una parte
que ahora no coincide con él,
vos le habrás donado la tuya

ese germen carnal
para bien o para mal
se quedara con vos
se quedara con el

pero ya es la hora

muerto

dejara el espacio
para otra sangre.

 

Rigor mortis

Irse de un cuerpo
como quien abandona una casa

por lo general una buena mudanza
requiere de un buen plan

todas aquellas cosas
que fuiste embalando con el tiempo

la ropa, los libros
los tornillos y las piezas pequeñas en bolsitas

se espesan y se coagulan
como la sangre cuando deja de circular

todo lo que envolviste con mantas y sábanas viejas

para protegerlo
de su propia fragilidad
se endurece
hasta romperse

así también
los hacen tus párpados
tu mandíbula
tu cuello

la casa está vacía
se acomoda por el peso de la gravedad

da y toma
otra naturaleza
otro lugar

ya del otro lado
si mudarse significa irse

                                                         ¿Por dónde empezar?

Biografía

Rocío Nicolaci nació en Buenos Aires el 30 de enero de 1990. En 2015, obtuvo su título como docente especializada en población con discapacidad visual, y diez años más tarde, se licenció en educación. A lo largo de su carrera, Rocío ha trabajado en la impartición de talleres de lectura y escritura en escuelas dirigidas a jóvenes y adultos con discapacidad visual. En 2023, publicó algunos de sus poemas en la revista virtual chilena “Oropel” y en la revista virtual “Phantasma”. En 2024, fue invitada a participar en un ciclo de lectura organizado por la biblioteca “Leopoldo Marechal” de la Universidad de la Matanza, en conmemoración al Día del Lector.