Poemas de Rui Caverta

En “Salaryman” (Tinta del silencio, 2025)

*

Estoy en la cama,
y a mi lado está el gato.
Me dio llamarlo Ramiro
aunque su color me exigía
un nombre aristócrata.
Me levanto por un libro,
Él sale disparado de la cama
siguiéndome.
Cree es su hora de comer.
Me muevo rápido por el libro para que no se ilusione.
Nos movemos rápido y regresamos al cuarto.
Pero me doy cuenta.
Un día,
no nos levantaremos rápido de la cama.
Costará estirar las piernas,
sufriré mi cadera.
Los pies se tensarán al estirarse.
Mientras él seguirá corriendo tan rápido como siempre.
Pero me equivoco.
Cuando lo encontré era mayor.
Ya puedes ver mechones blancos en su cuerpo.
Una distinguida camisita en su pecho
contornea un disfraz completo en un traje elegante.
¿Qué será más trágico?
Mi lento andar en dos piernas
con un cuerpo que sufre
o ver sus cuatro piernas cansadas,
que cada vez toman siestas más largas.
Lo veo y maulla como respondiendo
“Pues, moriremos”.
Tienes razón,
Algun día,
moriremos.

Shuntaro Tanikawa

Me han enviado las pruebas de mi último libro
Es de un asalariado,
De depresión,
De muerte.
Y ese mismo día,
Murió Shuntaro Tanikawa.
¿Acaso hay algo como padre literario?
Sin él no sería yo, no existiría este libro.
Ni Tsutomu ni Hiko.
¿Se puede hacer una sopa de la tristeza?
No creo,
Mis dos brazos en luto
Apenas serían dos fideos.
Me voló la cabeza.
No sería sin él.
Un afrancesado petulante,
Que silabea grandilocuencia
Que cree una palabra larga siente.
Pero me voló la cabeza.
Escribía como niño,
Sentía como hombre.
No, no como piensan
Yo le diría
“Un hombre cósmico maestro Tanikawa”
Él sólo se reiría
No, un hombre como Astro boy
(no sabía, incluso escribió para mi Robot Favorito)
Un hombre como Charlie Brown.
Un hombre fuego
Un hombre agua,
Un hombre madera
Un hombre tierra
Un hombre metal
Un hombre brasa que calienta las manos de su esposa
Un hombre refresco en las manos de un niño de 3 años.
Disponible en todas las máquinas expendedoras
Un hombre bat de un adolescente
Camina tranquilo, fue su primer home run
Un hombre parque
Qué orgullo de tener prescolares en mi pecho
Un hombre juguete de metal
No es un niño, es un padre que lo compró para su hijo.
Un hombre Charlie Brown
Un hombre tristeza
Que ha perdido su padre.
Sólo de letra, me dice antes de terminar su sopa y pararse.
De un solo trago, cómo vive.
Sí, maestro Tanikawa.
Pero un padre.

Salaryman

Los cerezos
Florecen en una semana.
Habrá cerveza, comida 
Y la certeza de otro año.
Blanco, en el parque,
Bañado de cerveza. 
La certeza de otro triste año.

¿Qué diría padre?
Sentado en la veranda
Mientras suenan las cicadas
Jalando su barba.
Está feliz.
“Padre, padre
Parto a Tokio
La gran ciudad”

Se ven las ramitas secas
Junto al tren. 
En dos días,
Tokio florecerá
” Vamos Tsutomu
Debemos celebrar”
Yakitori, sake. ¡Kanpai!

Mañana tendré las flores en mi mano
Mc donalds tiene refresco rosa
Sakura,
Edición especial.

Hoy Tokio se viste
Pantalón y tocado floral.
Tsutomu lo ve blanco
Tumbado en la escalera
del Yakitori.
Ve blanco, 
Mientras su Kouhai
guarda en una bolsa,
frescas de cerveza,
Flores de Sakura:
plastas de vómito rosado

La chica de la historia (Juno(t))
I
El hombre del lunar en el pómulo
Muere en la autopista,
Y las manos suaves como nieve
Se congelan en el mar.
Ella espera en la colina,
Con un sombrero de paja
Junto a una carta
Donde suplica el olvido.
Pero a ella no le pide nada.
Es la chica de la historia.

El hombre camina por la nieve urbana,
Cruje y sangra a su paso.
Las piernas fornidas
Se pierden en los metales de la silla.
Y tras de ellos,
Se acumula una ristra de cuerpos.
Por ella,
Que los abandonó.
La chica de la historia.

Ha pasado por tantos párrafos,
Tan vital su mirada
como inconsecuente su toque.
Mientras el vaquero recibe
la bendición de una bala
Y un periodista cuelga
de ganchos de carne.
Ella prende un cigarro
En una oscura cafetería
Inconsecuente la chica de la historia.

Antes de morir,
Le dijo “eres una playa”,
Blanca, pura.
Y la piel de tus piernas
Es un banco
Donde las gaviotas graznan.

Soy la playa,
Celosía de arena.
Cubierta de algas
Y concha labrada
¿Por qué entonces
La gaviota llega
A morir en mis orillas?

II
El poderoso Rama murió
Y lo tiraron al Ganges.
Con su último aliento,
Dicen,
Recordó a Sita.
¿Cuántos hombres
En el Ganges
No recordaron que aman
Cuando se hacen agua?

Si el agua en todo el mundo
Está conectada.
Bebió del Ganges,
Nadó en el Ganges
Y bailó bajo la brizna del Ganges.

Pero el agua del cuerpo
No se evapora.
Se decanta y enloda
Para hacer un estero.
Ahí se hace ella.
Turbia, llena de lianas
La chica de la historia.

En ese Estero,
Rama recordó que amaba
¿Por qué?
Si repudió a Sita.

III
El río arrastra a una mujer.
De su abrigo
Flotan piedras.
Pulidas y frías al tacto.
Perfectas para lanzar
En un picnic de agosto.
El cuerpo hinchado deja a su paso
meteoritos negros,
Una vía láctea inexperta.
Perfecta para observarse
En una boda en agosto.
Leonardo, no llores.
Mira las estrellas,
Tu esposa recordó que fueron
En una hora perdida
De un año en agosto.
Pero nadie recuerda.
Así como las piedras
Los recuerdos van a la deriva.
Como satélites fracasados
Sin dirección en la corriente.
El Soyuz I, La pequeña Laika.
Bolas de fuego y un grito de agonía.
Así se siente la chica de la historia.
Un cadáver que pierde sus recuerdos.
¿A dónde la lleva la corriente?
Al final de todo arroyo
Está el mar muerto.
Donde nuestros cuerpos no se hunden.

IV
Flota por la calle
Mientras los recuerdos van a la deriva.
Hombre y mujeres como piedras
Se dispersan desde su lóbulo frontal.
La sal se pega a ella
No puede nadar,
ni hundirse

Porque ser es un infierno,
Cepillarse con él frente al espejo
comerlo untado en las tostadas.
Voltear a ver la ciudad hendida por fuego.
Y saborear la sal del mar
En los agrietados labios.
¿Por qué la chica de la historia
Tendría que vestirse en ese fuego?
No.
Dejará el fuego detrás,
Con la sal,
Soyuz 1
Y el grito de dolor de Gagarin.
La tetera sonará
Mientras las tostadas se pudren en la mesa.
Las boronas, virutas de lápida,
Son un cementerio abandonado.

Así tal vez oiga al arroyo,
Los jilgueros y las ranas.
Y se olvide de ser
La chica de la historia.
No ser humano
Y Tal vez
su cuerpo se hunda en el agua.


V
La vida de testigo es penosa.

VI
Como si esperara
Que esta vida fuera un mal sueño
Un mero preámbulo
A la alegría de nacer.
Los dos disfrutamos las magdalenas.
Remojarlas en leche
Y ver cómo se disuelven en ese lago blanco
Así es como moriremos
Filamentos de harina en un poquito de sal de hueso
Un olvido clemente.


VII
El Pájaro de la madrugada canta por los dos.

Biografía

Rui Caverta es un escritor mexicano. Publicó los libros de narrativa “Picodicciones” (2012), “Lluvias de la liebre estival” (Eutelequia, 2013); y el libro de poesía “Salaryman” (La tinta del silencio, 2025).