Del bosque soy
el hada que no invitaron,
una semilla de palo borracho
150 toneladas de acero
suspendida
en el aire.
A veces, cubo de melamina
otras, mueble de roble.
Niña, que cuando llega a la sortija
libera las virgenes raptadas
de la selva
misionera.
Nazco del agua
como la Venus, me empuja
un soplo de viento
desde los saltos del Moconá
hasta el Reconquista, allí
los residuos
me arropan.
Muero en el sonido
de pequeña burbuja
que explota
en la boca
de algún pez.
*
Empujo la rama
al núcleo
de fuego, tu brazo
roza mi piel por accidente
se quiebra
dentro del nido, mis manos
buscan
algo azul
calcina la madera
tu mirada
un hogar que me contiene.
Leña moderada
cuando hay sequía
aumenta el peligro de incendio
*
I
Nuestro juego favorito,
nadamos sin parar
en la pelopincho redonda
hasta que el agua nos eleva
nos dejamos llevar
por el remolino.
Si perdemos la fuerza
volvemos a nadar
para generar esa corriente
que nos sostiene.
II
Al bajar el sol
labios morados
una carpa con nuestras toallas
cada cuerpo
su columna de soporte
unidos
dejamos de temblar.
*
Flores de pochoclo sobre
la vereda de vainillas, los pies
tibios hasta la parada
cuatro patas de goma
espuma, bajo el sol
aún débil, la misma bicicleta
en contra mano
ya somos amigas.
Los últimos minutos, antes
que el tiempo deje de ser
mío. Un recuerdo:
frutillas en el fondo
el tamaño de
mis manitos.
Antes
que el transporte colectivo, labios
humedecen mi mejilla.
El apéndice del domingo
no me quiere desprender.
*
A pesar de las casas
en venta, las iglesias
vacías, y este febrero
sin espuma,
el tren
larga distancia que
saluda cuando pasa,
los hombres en traje
de lycra fluorescente
en las carreras del velódromo
y la corriente de aire
de la calle
del nuevo estadio
de la juventud
unida
hace parecer que
el barrio
aún tiene corazón.