Ayer explotaron garrafas y una maestra y un portero volaron por los aires, pero como no era en mi escuela no me preocupé. Me llamó la atención que meses antes, en la escuela donde trabajo, que comparte edificio con primaria hubo pérdida de gas y suspendieron las clases en primaria y en secundaria los preceptores, los profesores, los auxiliares y los alumnos seguimos en las aulas. Cuando la escuela de Moreno explotó dijimos entre los docentes: estamos siempre en peligro, pero naturalizamos las cosas. No, no hicimos acta, tal vez por negligencia, por desidia, o por fobia a la burocracia escolar que pide papeles para planificar, papeles para salir, papeles para ir al baño, firmar tres veces en tres lugares distintos para confirmar que estas presente.
Y explotó un calefón en otra escuela, esta vez sin muertos, pero como no fue en mi distrito no me preocupé; lo que me llamo la atención fue la fisura en el techo de un salón de mi escuela. Se lo comenté a una preceptora y otra vez cometimos el error de no hacer acta. A los burócratas les encantan las actas, los papeles, los sellos y las firmas, es una manera de no poner el cuerpo y deslindar responsabilidades. Pero si tengo que hacer un acta por cada situación edilicia irregular en las escuelas donde trabajo me la pasaría sin trabajar y solo denunciando. En ese lugar nomás puedo decir que dirección, preceptoría, portería, sala de profesores y recepción de padres comparte la misma salita que tiene el tamaño de la mitad de un aula. Hace tiempo pasamos frío en invierno, que por las muertes de Moreno se atemperaron parte del año pasado. ¿Querés que te diga que en Pilar trabajé en escuelas sin baños; querés que te diga que trabajo en escuelas sin aulas; querés que te diga que inauguraron aulas para 25 chicos y amontonaron cincuenta? El compañero docente te puede decir el número de esas escuelas, algunas son de Del Viso, no muy lejos de la escuela donde cayeron ladrillos en la cabeza de nenes de 1* grado. Ahora cae mampostería en mi escuela, pero es demasiado tarde, hay chicos lastimados, con heridas en la cabeza. El ataque a la educación es un suicidio de la sociedad, y como símbolo de ese ataque nuestros alumnos salieron lastimados en su cabeza, la principal herramienta para salir de las condiciones de pobreza del barrio Los Cachorros.
El lunes tuve clase en ese salón, porque a la mañana hay curso de secundaria y a la tarde cursos de primaria. Y en esa clase hubo padres presenciando, porque acompañaron a sus hijos a conocer la escuela y a los profesores. Dos madres se sentaron al fondo, justo debajo del lugar donde se desprendió la mampostería. También estaban Fabricio y Facundo, dos nenes inquietos, participativos, creativos que en pocos minutos llamaron mi atención. Era la primera vez que los veía. Era el primer día de clases porque la semana pasada hicimos paro. Sí, hago paro porque es un derecho y no considero que tomo a nadie de rehén. Salimos a la calle y reclamamos que nos devuelvan el sueldo que el año pasado nos quitaron para pagarle al FMI, y también reclamamos mejores condiciones edilicias, para que los que entramos a las escuelas salgamos vivos, enteros, con la energía recargada y no con la cabeza rota o volando por los aires. Me siento mal por las heridas de esos nenes, porque como adulto naturalicé que enseñar bajo riesgo de vida era lo normal.
Cierro con nombre y apellido, Fabián Dominguez, profesor de Ciencias Sociales en el barrio Los Cachorros, un lugar a pocas cuadras de uno de los countries mas antiguos y mas ricos del país: Highland Park. Riqueza y pobreza con una separación de pocos metros.
Sé que a los amantes del papel también les gusta el silencio, y que los docentes no solo naturalizamos sino que nos autocensuramos, para que no nos reten, ni reprendan, ni nos hagan actas; sí, en Pilar nos gritan y maltratan a los docentes, desde que vamos a buscar horas hasta cuando nos inspeccionan; o te hacen acta porque avisas por whatsapp que vas a faltar. Pero si nos seguimos callando la prepotencia, la ignorancia, la desidia y la muerte van a caminar por los pasillos y las aulas de nuestras escuelas. Lo preocupante no es la maldad de los malos, sino el silencio y resignación de los buenos…