Poemas de Micaela Szyniak

Ellas esperan que yo las lleve a un orgasmo
No, no se trata de acabar
Ellas esperan que yo ilustre

Dossier. Luciana Caamaño.

En videos de YouTube, podemos ver a Luciana Caamaño parada frente al público, micrófono en mano, haciendo una puesta en escena en la que, además de sus gafas de marco grueso, sus cortes de pelo modernos y sus camisas vintage, llama la atención su marcación del ritmo cuando recita casi cantando los poemas, acompañándose con el movimiento del cuerpo.

Reseña de 108: Genocidio. Un libro de Rocco Carbone y Joel Cuenca

Para poder entender de la mejor manera posible las realidades de los pueblos latinoamericanos hay que ubicarse en el marco de una operación política, económica y cultural llevada a cabo por la gran máquina de despojos, operada históricamente desde los centros, desde lo que hoy se autopercibe como “el primer mundo”

Poemas de Flavia Calise

no sabía que las poetas pudiesen bailar:
la euforia es decir
una mentira
un hielo cayendo

Cinco poemas de Patricio Foglia

Nunca vi a mis padres darse un beso
ni tuve un hermano que me explicara
cómo eran las cosas. Cuando tenía ocho años,
ellos se separaron

Poemas de Juan Pablo Escobar

¿Cómo sonará tu voz
ahora que no me levantas para trabajar?
Si me despierto
es precisamente para escuchar tu voz:
la bombilla del mate
el chamamé

Poemas de Ezequiel Bados

La literatura no es algo así nomás, como un soplo de caño de escape. Mucho menos la latinoamericana. Mucho menos la del Conurbano; soplo de caño de escape de Fiat Duna remisseando; cortinas cuadrillé de almacén cerrado a la hora de la siesta; pies de bicicleta, y amor en sandalias de goma; la clase de literatura de 4to año. Una prosa de trazo grueso, de brocha nueva y abuela en flor, bosteza y ríe, y escribe y canta, poemas cortos que se anotan en servilletas, que se anotan. Sentí tus ojos endurecerse con la sal del mar, sentí. Sentí el agua verde del mate bajando por mi garganta dando los buenos días, sentí. Como avisándome que es sábado por la mañana y estoy enredándome en este libro como un rulero de Doña Florinda. Es tan corto el sueldo y tan largo el fin de mes. Una señora entrada en años ofrece folletos de la iglesia cristiana en la esquina de la panadería.  Más un acto de camaradería que de fe, dos niñas le toman el folleto y agradecen y amén. Irónico, Marx dijo que la religión es el opio de los pueblos sin sospechar jamás que una bolsa llena de años después un par de niñas le tomarían un folleto de la nueva iglesia cristiana a una vieja entrada en años en la esquina de la panadería por simple solidaridad de clase. Y en esos gestos, (el de tomar un folleto y agradecer en voz baja a una vieja para permitirle sentir, al menos por un momento, que está cambiando al mundo de manera significativa), hay algo primitivo que está agazapado, aguardando el momento oportuno. Y la poesía está allí, detrás.