Poemas de Gabriela Clara Pignataro

Ahora
que la riestra de pólvora enemiga
encarama la calle
como maleza rastrera
que cuartea los malvones, desangra
Selección de “La ilusión de la larga noche”, de Inés Kreplak

Todavía me acuerdo de los portazos
que di, los gritos que pegué
las lágrimas que lloré
Poemas de Kari L. Ardizzone

mi madre dijo que iba a matarse
a los cincuenta
también solía decir
que se iría de casa
Satrapía y otros poemas. Por Javier Roldán

ayer mataron al tío de mi alumna
de un tiro en la cabeza
y desde que me enteré
pienso en ella que es
malhumorada y bocona
y en todo lo que hago
Rayo fuerza. Por Ezequiel Bados

Rayo fuerza
Me desintegro,
como una llovizna, diáspora;
como una selva sin dientes que se traga
al mono en su remolino.
Rinocerontes. Por Andrés Pedro Alvarado

Ayer vi una escuadra de tractores, grúas, palas y aplanadoras mecánicas. Era de noche y
comenzaban su faena sobre una calle desolada. De pronto pensé que iba a ver rayos y
que aparecería frente a mí un hombre del futuro, como en Terminator.
Pero apareció mi padre, muerto entre los vivos.
Tenía el torso desnudo y una damajuana de vino.
Miraba lo incierto, el presente, con ojos que rasgaban el futuro.
TELAS, por Graciela Batticuore

Se las regalaba un amigo del padre que trabajaba en la fábrica textil de la vuelta de la casa, justo doblando la esquina. Pascual, se llamaba, y una vez al año las llenaba de retazos de sedas que le habían dado a él, también de regalo, en cantidades, por ser un buen obrero decía su mamá. Antes de Navidad solían ir a saludarlo a la casa, que estaba en San Martín, pasaban juntos un buen rato, en familia. Acostumbraban llevarle otro obsequio típico: una bebida, un pan dulce, algunas frutas secas. Después del café y de la charla compartida, Franca las llevaba a su mamá y a ella al cuartito del fondo donde guardaba las telas. Abría las puertas de un viejo ropero colmado de géneros, los esparcía sobre la mesa y las invitaba a elegir: podían llevarse los retazos que quisieran, todos los que les gustaran, decía, era lo mismo dos, tres, seis o siete piezas de género. A la señora le daba igual porque tenía demasiadas pero para ellas era día de fiesta.
Poemas inéditos de Belén Ianuzzi

Que lo que aprendí
durante este tiempo
me acompañe
por el resto
de mi vida.
Poemas inéditos de Flavia Garione

Pienso mucho en cuchillos
en llevar uno a Brasil
aunque probablemente me lo quiten
Mayo infinito. Por Violeta Gerez

Las manos proletarias
dureza de los años
El mentón endurecido.
El guiso de la noche
Recalentado.